martes, 6 de enero de 2015

Víspera de Reyes

   La víspera de Reyes siempre fue para mí la mejor noche del año, una noche mágica y llena de ilusión, que compartía con mi hermana.

  Comenzaba con la cabalgata, el roscón y los zapatos bien limpios que colocábamos en el salón. 

    La hora de ir a la cama se retrasaba un poco aquella noche interminable en la que esperábamos leyendo bajo las sábanas a que nuestros padres se acostaran. 
    
   En cuanto oíamos pasos en la escalera nos hacíamos las dormidas aguardando nuestro beso de buenas noches y tan pronto la casa quedaba en silencio saltábamos de la cama y daba comienzo la noche más larga del año.

   Organizábamos todo tipo de juegos, intentando hacer el menor ruido y las horas iban pasando lentamente mientras jugábamos con nuestras muñecas, leíamos, coloreábamos... a la espera del primer rayo de sol y en cuanto este se colaba por las grietas de las persianas, corríamos ansiosas al dormitorio de nuestro padres.

   Con insistencia conseguíamos levantarlos de la cama y bajar juntos, los cuatro, las escaleras que llevaban a la puerta del salón. Allí, antes de abrir la puerta, quedábamos paralizadas apenas unos segundos, como conteniendo la respiración, cogiendo impulso y al abrir la puerta nuestros ojos brillaban fascinados.

  Aquella tradición duró muchos años, incluso después de descubrir los secretos que escondía aquella noche, seguíamos pasándola en vela, soñando despiertas con las sorpresas que traería el nuevo día.

   La semilla de aquellas noches quedó tan arraigada que la víspera de Reyes sigue siendo para mí la mejor noche del año, una noche para soñar.



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