martes, 19 de mayo de 2015

Ediciones Fragolino: historia de un sueño

     Fue hace algunos años en una cafetería de la calle Atocha la primera vez que Sergio me habló de su sueño de crear una editorial, un pequeño proyecto para editar principalmente poesía y alguna que otra rareza.

   Poco después verían la luz su original y divertido «Pequeño diccionario de los ismos» y el hermoso poemario «Tokyio, Barcelona, Albalate», fue entonces cuando tuve claro por dónde irían los tiros de esa editorial si conseguía sacar adelante su interesante proyecto.


   Un par de años después, en una taberna de la calle General Lacy me anunció que se marchaba, que lo dejaba todo, abandonaba Madrid y con algunos ahorros se lanzaba en busca de su sueño. Al final no lo dejó todo, sigue siendo un fantástico hotelero, de esos que no pierden de vista ni un minuto a sus clientes y es atento y considerado con sus empleados (sé de lo que hablo porque hace muchos años fue mi jefe tras el mostrador de una recepción), pero sacó tiempo para poner en marcha su sueño y en julio de 2014 me enviaba el diseño gráfico de Ediciones Fragolino y la maqueta del primer libro que vería la luz bajo su bandera.

   El 29 de abril de este año el sueño se hacía realidad, Sergio recibía la primera edición de «Poesía Líquida» (de Victor Guíu Aguilar), el primer título de Ediciones Fragolino y hace sólo unos días, el 16 de mayo, se presentaba por primera vez en Híjar y Alcañiz, no podía ser otro lugar que el amado Teruel.


   Me siento feliz no sólo porque un buen amigo ha logrado cumplir un sueño, sino también porque el nacimiento de una nueva editorial es siempre un motivo de alegría para los amantes de los libros.

    Sergio Grao es un buen tipo, un tipo discreto, humilde, apasionado, sensible pero en absoluto blandengue, con una gran inquietud cultural, un tipo peculiar y atrevido, quizás algo en lo que a pesar de las pistas no había caído antes, pero hay que ser atrevido para lanzarse sin reparos a esta aventura editorial y pensando en algunos puntos del pasado, me doy cuenta de que no es algo de ahora, sino de siempre. Estoy segura de que Ediciones Fragolino será una editorial con mucho de todo esto: discreta, apasionada, humilde, sensible, inquieta, peculiar y atrevida y de que nos hará disfrutar de toda la magia de los libros. Le deseo una larga vida de títulos atractivos para aquellos que buscamos algo especial en la literatura.


   Por cierto, que fue Sergio, aquella tarde en Atocha, quién me animó a probar en esto de arriesgarse con las palabras, su aliento quedó rondando por algún rincón de mi cabeza y años después, un poquito empujada por él, me animé con el blog.

martes, 12 de mayo de 2015

Día 16: En los montes Pindo y pueblos de Zagori


    Abandonamos Macedonia y pusimos rumbo a la cordillera de los montes Pindo para hacer una pequeña ruta por los llamados pueblos de Zagori y disfrutar de las espectaculares vistas desde la Garganta de Vikos.

Montes Pindo

Pueblos de Zagori

Garganta de Vikos

   Los montes Pindo se encuentran en el noroeste de Grecia y constituyen una frontera natural con Albania y Macedonia. Son unas montañas agrestes y hermosas. Disfrutamos mucho del bonito paisaje durante todo el recorrido, y fuimos parando en Konitsa, Papingo, Mikro Papingo, Vitsa, Monodendri, Kipoi, Tsepelovo, que son algunos de los llamados pueblos de Zagori.

Mikro Papingo

Mikro Papingo

   Aunque nosotros hicimos la ruta en coche, porque sólo disponíamos de un día para visitar la zona, los números pueblos se comunican por una red de caminos estupenda para hacer senderismo y disfrutar de los hermosos paisajes.






   Uno de los lugares más espectaculares son las vistas desde lo alto de la Garganta de Vikos, la segunda más larga de Europa.

Garganta de Vikos

Garganta de Vikos

   A última hora del día nos despedimos de estas hermosas montañas y pasamos la noche en Perama para estar algo más cerca de Meteora, que sería nuestra siguiente parada.

   Próxima parada: En Meteora.


   

martes, 5 de mayo de 2015

Los amantes: una cuenta pendiente

   Los amantes llegaron a mi vida por mi 32 cumpleaños. Nunca he sido muy entusiasta de los libros de intriga, he leído alguno y lo cierto es que suelen ser entretenidos, pero no me entusiasman. En este caso no conocía ni al autor, ni el título y jamás había oído hablar del detective Charlie Parker, pero animada por el regalo de un buen amigo que acertaba cada año con sus propuestas me embarque en la lectura de Los amantes y he de decir que el libro me enganchó, a pesar del tema (que no me atrae especialmente), de algunas escenas y de la trama que iba desarrollando, pero esto me ocurre por querer saber cuanto menos mejor del argumento de los libros cuando empiezo a leerlos.

   Sí, me enganchó tanto que cuando quise darme cuenta de dónde andaba metida no había vuelta atrás, no podía dejarlo. Empujada por la intriga y de la mano del intrépido señor Parker llegué al penúltimo capítulo; y a falta de dos capítulos, cerré el libro, lo coloqué en la estantería y como medida preventiva lo ubique en un extremo escoltado por algunos otros libros que coloqué delante, no fuera a ser que por casualidad los amantes consiguieran escapar de sus páginas y plantarse en mi realidad.

   No es que yo sea una persona cobarde, pero mis miedos son de lo más desconcertantes, temo muy pocas cosas de la vida real, y en general me considero una persona valiente, pero son muchos y variados mis miedos en la ficción, cualquier malo de tres al cuarto podría colarse de noche en mi habitación.

   Y así estoy, a falta de 14 páginas y a la espera de un encuentro que se me antoja inevitable, alargando el momento desde hace años. Miro el libro de reojo y algo me empuja a saldar esta cuenta pendiente, pero temo abrir la caja de pandora y que los amantes compartan mi dormitorio durante las próximas largas noches, y sí, ahora mientras lo pienso me río mucho, me resulta una excentricidad de lo más divertida, pero en la oscuridad de la noche desaparece toda la diversión y puedo asegurar que tardaría muchas noches en devolverlos a sus páginas; así que vuelvo a colocar el libro de John Connolly en la estantería, por supuesto detrás de una segunda fila de libros y sigo retrasando el encuentro.