martes, 30 de agosto de 2016

En la Sierra de Aracena con la Familia Karnowsky

    Buscando algo de paz y tranquilidad he pasado unos días de descanso con Mr. Feynman en la serranía de Huelva. Dejamos a la Mona con los abuelos y salimos rumbo al Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche con la inquietud de ser la primera vez que me alejaba tanto tiempo de la Mona, pero entusiasmada con la idea de recuperar por unos días algo de la libertad que hace nueve meses perdí.

    A media tarde llegamos a nuestro destino, Casa Vesta, una bellísima casa rural que recuerda a las edificaciones de los cortijos, con una bonita galería porticada y en su interior amplios salones y 8 dormitorios; en el exterior, una zona ajardinada, una terraza con piscina y hasta un pequeño huerto. Tranquilidad fue lo primero que me transmitió al llegar y efectivamente durante estos cuatro días he tenido la sensación de que el tiempo se detenía, un lugar idílico emplazado en lo alto de una colina. Situada en el pintoresco municipio de Zufre, la casa tiene una ubicación estupenda con respecto del pueblo, lo suficientemente alejada para respetar su tranquilidad pero a una distancia muy adecuada para acercarse dando un pequeño paseo.


             


    La terraza, habilitada como solárium con piscina, me invitaba cada día a pasar allí las horas contemplando las hermosas vistas del valle y el pantano, entre baños y lectura.


                    

    Descanso y lectura, esas han sido mis actividades principales durante los cuatro días que he pasado allí, descanso que tanto necesitaba después de los últimos agotadores nueve meses y lectura, que aunque voy retomando poco a poco, tanto he añorado. La Familia Karnowsky me ha acompañado en este breve paréntesis de pañales y biberones, la historia de tres generaciones de una misma familia centroeuropea  durante la primera mitad del siglo XX. En principio, una historia más de las que se han escrito miles, pero me interesé por ella al leer una critica que comparaba esta novela con Los Buddenbrook,  así que me sumergí entre sus páginas preguntándome  si realmente estaría a la altura de la más  famosa familia de Thomas Mann y he de decir que sí,  ambas  me han gustado por igual.  Lo que  me ha entusiasmado  del libro es que cada vez que pensaba que el argumento caería en un tópico la historia daba un giro para continuar por una senda que me sorprendía muy gratamente, así hasta el mismísimo párrafo final, ¡y qué final! para mi gusto, impecable. Sí, no contaré más, tendrás que leerlo si quieres saber de lo que hablo.


    Esta breve estancia en Casa Vesta ha sido una experiencia muy agradable no solo por la tranquilidad del ambiente, las hermosas vistas y las fantásticas instalaciones, también por la estupenda atención que en todo momento nos prestó José Ángel, siempre al tanto de nuestras necesidades con gran amabilidad, disposición y una sonrisa.

    Gisela y Fernando son los magníficos anfitriones de este bello rincón, charlando con ellos pasamos momentos muy agradables, además de disfrutar de sus estupendas recomendaciones gastronómicas: Arrieros, alta cocina en Linares de la Sierra y Jacarandá, tapas caseras excepcionales en Higuera de la Sierra, además de aconsejarnos para el camino de vuelta a Madrid una parada rápida en La Majada, donde nos sirvieron con gran agilidad unos huevos con migas riquísimos y una ración de jamón, en 20 minutos estábamos de nuevo en carretera, con buenos profesionales prestando servicios es más sencillo viajar.

    Adela es la jefa de sala en Arrieros y Luismi su cocinero (además de ser los propietarios). El azar fue el responsable de que el reparto de tareas quedara configurado de esta manera, porque fue una moneda al aire la que decidió que Luismi estudiaría cocina para encargarse de los fogones y Adela, con su simpatía, atendería a los comensales en este acogedor y sencillo restaurante de la serranía de Huelva. Esta fue la bonita anécdota que nos conto Adela mientras degustábamos un exquisito menú compuesto por:

   Entradas:
   - Carpacho de presa, foie y vinagre del Condado.
   - Salmorejo de zanahoria.

   Principales:
   - Musaca de ibérico.
   - Hamburguesa de pluma ibérica, setas y naranja.

   Postres:
   - Poleá.
   - Sorbete de ciruela.

   Disfrutamos de la comida, del servicio y del entorno (un antiguo corral reconvertido en mesón). Una experiencia fabulosa que no puedo dejar de recomendar.


   Jacarandá es una taberna en Higuera de la Sierra, al cruzar el umbral y sentarte a la mesa no imaginas el fabuloso festín que te espera. Isaac  (su simpático propietario), que junto con Elena atiende la sala, preparó para nosotros un menú degustación para que pudiéramos disfrutar de la variedad de su carta.

   Entradas:
   - Salmorejo de remolacha.
   - Tostas de sardinas.
   - Berenjenas fritas con miel.
   - Revuelto de Ibérico con morcilla.

   Principales:
   - Risotto con setas (del bueno, del que sirven en muy pocos restaurantes)
   - Solomillo de buey.

   Postres:
   - Culán de chocolate.
   - Tarta de queso con Moisés de naranja y mermelada.

   Excelente cocina y un trato estupendo, una encantadora sorpresa en un pequeño rincón de la sierra de Huelva. Si vas por allí, no te lo pierdas y déjate aconsejar por Isaac.



     Aprovechando que nos encontrábamos en una región donde se produce uno de los mejores  jamones  ibéricos de la península, nos acercamos a las instalaciones de la empresa Eíriz para visitar su dehesa y sus bodegas, donde Jesús nos mostró el proceso de elaboración desde que el cochino vive alegre correteando por la dehesa hasta que sale al mercado en forma de jamón, panceta, lomo y demás tajadas exquisitas, además de darnos algunas pautas para poder distinguir los distintos productos ibéricos, tanto por su aspecto como por su etiquetado,  para terminar con una deliciosa degustación de algunos de sus productos.



   Y como el buen jamón es un alimento del que jamás me podría cansar, después de la visita a Eíriz nos fuimos a Aracena a comer un poquito más en Casas, un restaurante familiar donde nos hicieron reír a carcajadas con su gran simpatía.

   Y así, entre lecturas, baños y gastronomía pasaron los días y cuando me quise dar cuenta, de nuevo tenía a la Mona entre mis brazos, pidiéndome un biberón y una canción.