martes, 1 de julio de 2014

Una vida que escapa a mi control

   Mi salón es un desastre, no recuerdo tanto desorden desde que me mude a Barcelona con Mr. Feynman, a nuestro primer hogar, Riera Baixa.
   
   Pero pensemos en el presente, trato de montar un mueble, no es el primero ni será el último, llevo ya unos cuantos y en general no se me da mal, pero este se me resiste, lo he montado dos veces, pero no soy capaz de hacer encajar las piezas, así que antes de pelearme con él y acabar por romperlo (a punto he estado varias veces) he decidido que se queda así. Lo miro con inseguridad y trato de aceptar que no es perfecto, pero me resulta incómodo tener un mueble en mi salón que no encaja como tenía previsto.

   Y después de todo, miro el salón, hay tanto desorden, grandes cajas de cartón y embalajes, algunos tableros y cajones a medio montar, la mesa desplazada y sobre ella, algunos cables y cestos llenos de trastos. Varias caja, carpetas y pilas de papeles desparramados por el suelo, algunas tarjetas de visita de una vida pasada (que pudo ser), o quién sabe si futura.

   ¿Pretende la vida hacerme aprender a vivir una vida que escapa a mi control?, una vida donde en ocasiones reina el desorden, donde muchas veces las piezas no encajan a mi antojo, una vida donde mis deseos no se cumplen o al menos no lo hacen al ritmo que yo les marco, una vida sin armonía y que escapa a mi control.

   Sí, soy de esas personas que cree que la vida nos habla, o al menos lo intenta, y sí, a veces lo hace de una forma extraña y si cabe cruel, porque sí, la vida es cruel, pudiendo ser siempre esplendida, a veces, decide ser cruel, pone nuestros deseos casi al alcance de nuestras manos, se diría que casi podemos rozarlos con los dedos, sentir su tacto, apreciar su olor, nos deleitan con su apariencia, y cuando parece que por fin podemos amarrarlos… se esfuman, desaparecen; y nosotros nos aferramos a ellos, a esos sueños improbables o tal vez imposibles que se alejan, mientras ella se ríe de nosotros.

   Muchos dirán que tengo una vida extraordinaria (seguramente lo es), que no se puede tener todo, que hay quienes viven una vida miserable (soy muy consciente de ello), que no tengo derecho a quejarme; pero claro que lo tengo, ¿por qué no?, por qué no puedo tenerlo todo si es lo que deseo, qué daño hago, qué tiene de malo. Aprecio plenamente todo lo bueno que hay en mi vida, pero eso no me impide desear más, no me conformo.

   Y sin embargo, de nada sirve «llorar ante el muro ciego».