lunes, 26 de diciembre de 2016

Adopta una autora

Hace unos meses comenzó a moverse en redes sociales una iniciativa para dar mayor visibilidad a las autoras mediante la publicación de artículos sobre la vida y obra de muchas de ellas, el proyecto #AdoptaUnaAutora que surgió de la mano de Carla Carbaes.

Estuve pensando en los libros escritos por mujeres que he leído en los últimos años, este año uno, el año anterior uno, hace dos años uno, 2013 fue un gran año, leí hasta cuatro libros escritos por mujeres. Decidí ir más allá y ver el número de autoras de mi biblioteca, escaso, muy escaso y el número de entradas que había dedicado a mujeres en este blog, una, dos a lo sumo si cuento a mi madre como autora, y debería porque los cuentos de mi infancia son una auténtica delicia.

 No es que tenga nada especial contra las autoras, no acostumbro a elegir mis lecturas fijándome en su autoría, salvo contadas excepciones como S. Zweig, R. Kapuznisky, M.Twain o M. Benedetti, la mayor parte de los libros que caen en mis manos lo hacen porque de alguna forma llamarón mi atención a través de recomendaciones en prensa y redes sociales,  así que  supongo que no tener una autora de cabecera y su menor promoción en los medios públicos y redes sociales inconscientemente me hace elegir libros escritos por hombres.

Así que viendo el lamentable estado de mi biblioteca y el déficit de lecturas en cuanto a mujeres se refiere decidí participar en el proyecto.

Adopté a Susana Tamaro, porque Donde el corazón te lleve permanece en mi recuerdo como un libro hermoso y de fácil lectura que suelo recomendar cuando alguien busca algo breve pero con sustancia,  así que pronto estará por aquí mi primera entrada sobre esta autora italiana.  








sábado, 24 de diciembre de 2016

Historias de Navidad

Quería felicitarte las fiestas con dos historias de Navidad, la primera, el famosísimo Cuento de Navidad de Charles Dickens, cayo en mis manos hace muchos años, ni si quiera recuerdo en qué circunstancias, probablemente fueron mis abuelos quienes me regalaron esta edición infantil alguna Navidad. Lo que sí recuerdo era sentarme cada año por estas fechas en la mecedora de su dormitorio, junto a la ventana para leer las historias del señor Scrooge y sus fantasmas.

La otra historia, un breve relato de Dylan Thomas, La Navidad para un niño en Gales, es un librito al que tengo mucho cariño y del que disfruto enormemente ya que algunas de sus escenas me trasladan directamente a la Navidad de mi infancia.

Aprovecho para contarte que  mañana a las doce del medio día vuelve el radioteatro de la Cadena Ser, este año precisamente con Cuento de Navidad de Charles Dickens.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Una madre, lo siento pero no.

Durante meses, una musiquilla machacona anunciaba en redes sociales el gran éxito de la temporada, Una madre. Lectores entusiasmados con la novela de Alejandro Palomas promocionaban con frenesí desbordado las hazañas de una madre entrañable y su dramática familia. Empujada por tanta exaltación dejé a un lado mis prejuicios sobre los autores de actualidad (este tema me daría para otra entrada), cedí ante la avalancha de ardientes recomendaciones y Una madre entró en mi lista para la Feria del libro.

Me pasé toda la novela esperando algo, ese algo que todos prometían, la gran novela, la novela que llega al corazón, un madre maravillosa y peculiar, Amelia, esa madre que me iba a fascinar, hasta la mujer que me vendió el libro en la Feria me dijo que el personaje era fantástico y me iba a entusiasmar, ¿por qué, porque tiene cómo llamarlo… «sus cosas»? ¿y qué madre no las tiene?, la mía desde luego que sí y mi abuela ni te cuento, pregunta a Mr. Feynman y seguramente se partirá de risa pensando en mi colección de «cosas», porque yo también soy madre.

No digo que sea una mal libro, lo que digo es que mis expectativas fueron cebadas sobremanera por toda la promoción que del libro se hizo en redes sociales. En mi opinión es un libro bonito pero discreto de los que hay cientos, «novela grande» es otra cosa.      

   Qué ingenua, se trataba simplemente de «un escritor de éxito en promoción».                                     
 
     Eso sí, siento curiosidad por saber cuál es exactamente la «voz de maestrilla mesetaria».       

martes, 4 de octubre de 2016

Viajes con Charley, en busca de Estados Unidos

     Mi primer acercamiento a J. Steinbeck fue más bien desafortunado, cansada de tanto polvo en el camino abandoné Las uvas de la ira poco después de empezar su lectura. Mr. Feynman me recomendó que probara con De ratones y hombres, pero el recuerdo del polvo seguía torturándome y provocándome una pereza terrible, probablemente no había tanto, pero en palabras de J. Steinbeck […la memoria es en el mejor de los casos, un depósito defectuoso y deformado.] y en mi memoria el deposito de polvo era lo suficientemente pesado como para atreverme otra vez con él. Los autores norteamericanos no son para mí, he pensado siempre, pero ese tema da para otra entrada entera, así que lo dejaré para más adelante.

    Sería la Unión Soviética y la compañía de Robert Capa quienes me convencieran por fin de darle una segunda oportunidad, Diario de Rusia logró que dejará atrás el tortuoso polvo del camino y que J. Steinbeck se convirtiera en una de las pocas excepciones a la regla de los autores norteamericanos.

    Hace unos días regresé de un bonito viaje por los Estados Unidos en compañía de John, Charley y Rocinante, he de confesar que con el hecho de que eligiera Rocinante como nombre para bautizar su autocaravana me ha conquistado para siempre, Rocinante, ¡qué acierto! 



    La primera parte del viaje fue especial para mí porque recordé las dos fantásticas semanas que Mr. Feynman y yo pasamos descubriendo Nueva Inglaterra hace algunos años. Del mismo modo que el Sr. Steinbeck, procuramos evitar atravesar las grandes ciudades aunque tuviéramos que recorrer muchos más kilómetros, visitamos Vermont, Maine, Massachusetts, Connecticut, New Hampshire, The White Montains, donde un oso nos dejó con la boca abierta cruzando por delante de nosotros (afortunadamente ignorándonos por completo) mientras nos hacíamos una fotografía junto a un puente.

     Steinbeck disponía de dos meses y medio más que nosotros por lo que pudo permitirse pasar por el Medio Oeste, ¿seguirá siendo Montana el lugar idílico que él amaba?; California, que seguramente entonces ya era muy parecida a la California de hoy; Tejas y sus botas de cowboy; y el sur, el trágico sur.

    Pero el libro es interesante no sólo por la narración del viaje si no por muchas de las reflexiones sobre la forma de vida de los estadounidenses, el miedo, el racismo o las armas, entre otras muchas.

    Probablemente los Estados Unidos que recorrió en 1960 J. Steinbeck no tengan mucho que ver con los del siglo XXI o tal vez sí, pero tengo la sensación de que como muchos otros lugares ha perdido parte de su bonito encanto y han evolucionado poco sus peores costumbres.

martes, 13 de septiembre de 2016

Alicia en el País de las Maravillas


     No hay mejor lugar para pasar un rato agradable que una librería, pasear entre sus estanterías repletas de libros me relaja más que cinco saquitos de tila en una misma taza. 

     A veces entro con la más clara intención de pasar un pequeño rato simplemente curioseando, muchas veces pienso: «no voy a llevarme nada, sólo estoy pasando el rato», pero sé que no es verdad, porque no es un secreto que soy incapaz de entrar en una librería y salir de ella sin un libro entre las manos y aquella tarde de verano no iba a ser una excepción.

     Entramos en la librería huyendo del tortuoso calor de agosto en busca del fresco (a veces exagerado) aire acondicionado. Mr. Feynman se perdió por el pasillo de las Ciencias y yo me dediqué a pasear entre las estanterías con la mirada perdida, tratando de no fijarme en los títulos mientras empujaba el carro de la Mona. 

     Como muchas otras veces, mi intención no era la de encontrar un libro, pero en este caso el libro me encontró a mí, o mejor dicho, Mr. Feynman lo encontró para mí, porque al rato de separarnos apareció con una hermosa edición ilustrada de Alicia en el País de las Maravillas.

     Tomé el libro entre mis manos, curioseándolo con cierta inquietud satisfactoria pero pensando en la pila de libros pendientes de leer que se acumula en mi escritorio. 

     Era una bonita edición ilustrada de Sexto Piso, en formato de bolsillo muy manejable, pero lo mejor fue que al girar el libro para ver la contraportada descubrí para mi sorpresa que no existía tal contraportada si no que en el reverso y volteando el libro comenzaba el segundo de los relatos que sobre Alicia escribió L.Carrol, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, contagiando a la edición del toque disparatado de las historias de L.Carrol. 

     Aquello me entusiasmo, ¡cómo resistirse!, la inquietud de pensar que tal vez cuando me decidiera a llevarlo podrían no quedar ejemplares o aún peor, que estuviera descatalogado, pudo con el peso de la pila de libros por leer, aquel tesoro tenía que ser mío, así que ocurrió lo de siempre, salí de la librería con un libro.

    Alicia fue uno de mis personajes favoritos de la infancia, mi primera colección de libros fue una de clásicos de Disney y de aquellos ocho libros, mi preferido era el que incluía las disparatadas aventuras de Alicia y sus divertidos personajes, el conejo blanco, el gato de Cheshire, el sombrero loco, la liebre de marzo y la chiflada reina de corazones que sin ningún reparo iba condenando a sus súbditos al grito de «¡qué le corten la cabeza!» mientras el rey, a sus espaldas, repartía indultos.


   He viajado a mi infancia y con gran emoción he recordado cada momento del libro, absolutamente disparatado y muy divertido, descubriendo que la versión de Disney mezcla las historias de ambos libros, Alicia en el País de las Maravillas y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí.




martes, 6 de septiembre de 2016

Día 18: Visita a Delphos


    Una de las paradas más interesantes del viaje fue la visita a la antigua ciudad  de  Delphos, ubicada en la ladera sur del Monte Parnaso.
  
     Si vas en verano es recomendable llegar temprano, ya que a las once de la mañana empieza a hacer demasiado calor y hay mucho por ver, lo mejor es dejar el museo para el final, cuando el calor se hace intenso. Es importante no olvidar llevar algo de agua, aunque en la entrada hay máquinas expendedoras, algo común en todos los monumentos griegos, también me llamó mucho la atención que una botella de medio litro costaba cincuenta céntimos en todo el país, ya fuera en una población poco habitada de alguna isla, en medio de los montes Pindos o en frente de la Acrópolis de Atenas. Además viene muy bien llevar un gorro para protegerse del sol.

      La visita se divide en tres partes:


     En la parte alta de la ladera se encuentra el santuario de Apolo (I), que incluye varias edificaciones como el teatro, el tesoro, el estadio y el templo de Apolo. 




    En la parte media, a la altura de la carretera y zona de aparcamiento, está el museo arqueológico (II), donde se exponen los tesoros hallados durante las excavaciones.

    Por debajo de la carretera queda el famosísimo Santuario de Atenea (III), donde no pudimos evitar hacer la típica fotografía del templo circular que aparece en todos los libros de historia.




    En el verano de 2012 la entrada costaba 9€ e incluía las tres zonas.


    A medio día salimos hacia la península del Peloponeso, fuimos haciendo paradas a lo largo del trayecto, pequeños pueblos pesqueros se extienden a lo largo de toda la costa.

   Pasamos la noche en las afueras de Kalamata, pensando en salir a primera hora de la mañana hacia nuestra siguiente parada: Olympia.

    Próxima parada: En el Peloponeso, visita a Olympia.


martes, 30 de agosto de 2016

En la Sierra de Aracena con la Familia Karnowsky

    Buscando algo de paz y tranquilidad he pasado unos días de descanso con Mr. Feynman en la serranía de Huelva. Dejamos a la Mona con los abuelos y salimos rumbo al Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche con la inquietud de ser la primera vez que me alejaba tanto tiempo de la Mona, pero entusiasmada con la idea de recuperar por unos días algo de la libertad que hace nueve meses perdí.

    A media tarde llegamos a nuestro destino, Casa Vesta, una bellísima casa rural que recuerda a las edificaciones de los cortijos, con una bonita galería porticada y en su interior amplios salones y 8 dormitorios; en el exterior, una zona ajardinada, una terraza con piscina y hasta un pequeño huerto. Tranquilidad fue lo primero que me transmitió al llegar y efectivamente durante estos cuatro días he tenido la sensación de que el tiempo se detenía, un lugar idílico emplazado en lo alto de una colina. Situada en el pintoresco municipio de Zufre, la casa tiene una ubicación estupenda con respecto del pueblo, lo suficientemente alejada para respetar su tranquilidad pero a una distancia muy adecuada para acercarse dando un pequeño paseo.


             


    La terraza, habilitada como solárium con piscina, me invitaba cada día a pasar allí las horas contemplando las hermosas vistas del valle y el pantano, entre baños y lectura.


                    

    Descanso y lectura, esas han sido mis actividades principales durante los cuatro días que he pasado allí, descanso que tanto necesitaba después de los últimos agotadores nueve meses y lectura, que aunque voy retomando poco a poco, tanto he añorado. La Familia Karnowsky me ha acompañado en este breve paréntesis de pañales y biberones, la historia de tres generaciones de una misma familia centroeuropea  durante la primera mitad del siglo XX. En principio, una historia más de las que se han escrito miles, pero me interesé por ella al leer una critica que comparaba esta novela con Los Buddenbrook,  así que me sumergí entre sus páginas preguntándome  si realmente estaría a la altura de la más  famosa familia de Thomas Mann y he de decir que sí,  ambas  me han gustado por igual.  Lo que  me ha entusiasmado  del libro es que cada vez que pensaba que el argumento caería en un tópico la historia daba un giro para continuar por una senda que me sorprendía muy gratamente, así hasta el mismísimo párrafo final, ¡y qué final! para mi gusto, impecable. Sí, no contaré más, tendrás que leerlo si quieres saber de lo que hablo.


    Esta breve estancia en Casa Vesta ha sido una experiencia muy agradable no solo por la tranquilidad del ambiente, las hermosas vistas y las fantásticas instalaciones, también por la estupenda atención que en todo momento nos prestó José Ángel, siempre al tanto de nuestras necesidades con gran amabilidad, disposición y una sonrisa.

    Gisela y Fernando son los magníficos anfitriones de este bello rincón, charlando con ellos pasamos momentos muy agradables, además de disfrutar de sus estupendas recomendaciones gastronómicas: Arrieros, alta cocina en Linares de la Sierra y Jacarandá, tapas caseras excepcionales en Higuera de la Sierra, además de aconsejarnos para el camino de vuelta a Madrid una parada rápida en La Majada, donde nos sirvieron con gran agilidad unos huevos con migas riquísimos y una ración de jamón, en 20 minutos estábamos de nuevo en carretera, con buenos profesionales prestando servicios es más sencillo viajar.

    Adela es la jefa de sala en Arrieros y Luismi su cocinero (además de ser los propietarios). El azar fue el responsable de que el reparto de tareas quedara configurado de esta manera, porque fue una moneda al aire la que decidió que Luismi estudiaría cocina para encargarse de los fogones y Adela, con su simpatía, atendería a los comensales en este acogedor y sencillo restaurante de la serranía de Huelva. Esta fue la bonita anécdota que nos conto Adela mientras degustábamos un exquisito menú compuesto por:

   Entradas:
   - Carpacho de presa, foie y vinagre del Condado.
   - Salmorejo de zanahoria.

   Principales:
   - Musaca de ibérico.
   - Hamburguesa de pluma ibérica, setas y naranja.

   Postres:
   - Poleá.
   - Sorbete de ciruela.

   Disfrutamos de la comida, del servicio y del entorno (un antiguo corral reconvertido en mesón). Una experiencia fabulosa que no puedo dejar de recomendar.


   Jacarandá es una taberna en Higuera de la Sierra, al cruzar el umbral y sentarte a la mesa no imaginas el fabuloso festín que te espera. Isaac  (su simpático propietario), que junto con Elena atiende la sala, preparó para nosotros un menú degustación para que pudiéramos disfrutar de la variedad de su carta.

   Entradas:
   - Salmorejo de remolacha.
   - Tostas de sardinas.
   - Berenjenas fritas con miel.
   - Revuelto de Ibérico con morcilla.

   Principales:
   - Risotto con setas (del bueno, del que sirven en muy pocos restaurantes)
   - Solomillo de buey.

   Postres:
   - Culán de chocolate.
   - Tarta de queso con Moisés de naranja y mermelada.

   Excelente cocina y un trato estupendo, una encantadora sorpresa en un pequeño rincón de la sierra de Huelva. Si vas por allí, no te lo pierdas y déjate aconsejar por Isaac.



     Aprovechando que nos encontrábamos en una región donde se produce uno de los mejores  jamones  ibéricos de la península, nos acercamos a las instalaciones de la empresa Eíriz para visitar su dehesa y sus bodegas, donde Jesús nos mostró el proceso de elaboración desde que el cochino vive alegre correteando por la dehesa hasta que sale al mercado en forma de jamón, panceta, lomo y demás tajadas exquisitas, además de darnos algunas pautas para poder distinguir los distintos productos ibéricos, tanto por su aspecto como por su etiquetado,  para terminar con una deliciosa degustación de algunos de sus productos.



   Y como el buen jamón es un alimento del que jamás me podría cansar, después de la visita a Eíriz nos fuimos a Aracena a comer un poquito más en Casas, un restaurante familiar donde nos hicieron reír a carcajadas con su gran simpatía.

   Y así, entre lecturas, baños y gastronomía pasaron los días y cuando me quise dar cuenta, de nuevo tenía a la Mona entre mis brazos, pidiéndome un biberón y una canción.

    
     
     

martes, 7 de junio de 2016

Gente, años, vida

       Hace poco más de un año que terminé de leer la fantástica autobiografía de Iliá Ehrenburg, por aquel entonces mi barriga ya tenía un tamaño considerable que me impedía sentarme con comodidad delante del ordenador. Han pasado más de 13 meses pero recuerdo perfectamente la sensación que me dejó el libro, viajar por la Europa de la primera mitad del siglo XX de la mano de Iliá Ehernburg fue una de las experiencias literarias más fabulosas de mi vida. Dos mil páginas plagadas de gente, años, vida.

Siento una profunda admiración por alguien capaz de describir de una forma tan apasionada los recuerdos de toda una vida, de una época intensa en la que los acontecimientos históricos se sucedían sin descanso, pidiendo paso a trompicones y sin dejar a penas tiempo para asimilar el pasado.

Iliá Ehrenburg, un personaje quizá controvertido, se relacionó con numerosos artistas, intelectuales y escritores de la época (Bloch, Romain Rolland, Chagal o Max Jacobs, son algunos de ellos) y mantuvo una buena amistad con muchos otros (Picasso, Modigliani, Leger, Diego Rivera, Maiakovski, A Tolstoy...) Fue un asiduo visitante del mítico café La Rotonde donde «conocí a personas que desempeñaron un papel importante en mi vida». No fue un mero observador de cuánto allí sucedía, si no uno más de los interesantísimos personajes que se daban cita en La Rotonde. Ehrenburg dedica una buena parte de sus memorias a todos ellos:

Picasso «Por supuesto es español, tanto por su físico como por su carácter […] En su estudio de la rue Grands Augustin siempre encontraba emigrados españoles. Picasso nunca niega nada a los españoles».

Modigliani «Los lienzos de Modigliani contarán muchas cosas a las generaciones futuras. Pero yo los miro y veo ante mí al amigo de mi lejana juventud. ¡Cómo amaba a los hombres, cómo se inquietaba por ellos!».

A. Tolstoi «Pienso en él con profundo agradecimiento [...] No me dio lecciones, pero sí muchas alegrías con su arte, la finura de su alma, disimulada a menudo bajo una máscara de alegría, sus ganas de vivir, su fidelidad a los amigos, a la gente, al arte».

Diego Rivera «Rivera era esa clase de personas que no entran en una habitación, sino que la llenan al instante. Nuestra época oprimió a muchos, pero él no cedió, y fue su época la que tuvo que transigir».

Leger «Lo que le emparentaba con otros pintores que frecuentaban La Rotonde era su odio a la hipocresía, a la pintura decorativa, a la manía de tapar con cortinas las viejas paredes de las habitaciones mohosas. [...] Leger, en su juventud, quería construir y no destruir. Vivió hasta los setenta y cinco años, y en su biografía no hay cataclismos, sólo un cambio de estaciones, y trabajo, un trabajo constante, inspirado».

Habla de ellos y de muchos otros con amor y con profunda añoranza evoca los recuerdos de una época difícil pero a la vez hermosa e idealista, « [...] queríamos que en el nuevo mundo hubiera lugar para algunas cosas muy antiguas: el amor, la belleza y el arte».

Viajero incansable, visitó numerosos países, entre ellos España, donde fue corresponsal de prensa durante la Guerra Civil y por la que sentía un gran amor.

Fue un activo defensor de la paz y formó parte del Consejo Mundial de la Paz junto con otros activistas como Louis Aragón, Pablo Neruda, Joliot-Curie o Yves Farge, de quién dice: «En aquellos años más de una vez me sentí abatido, desesperanzado y lleno de aprensión, pero Farge que me contagiaba siempre su esperanza [...] Era un hombre demasiado bueno, demasiado puro, demasiado optimista como para creer en el triunfo de la bajeza y la maldad».

Fue seducido por el comunismo y colaboró con el régimen en distintas facetas artísticas, culturales y de propaganda, aunque a lo largo del libro manifiesta ser consciente de los atropellos, injusticias y barbaridades que en nombre del comunismo se cometieron durante muchos años y su total desacuerdo con estos crímenes. Él mismo sufrió el miedo y la incertidumbre de no saber en que momento irían a por él. Iliá Ehrenburg, a pesar de ser reconocido como propagandista del comunismo fue un hombre molesto para el régimen soviético, de hecho, su autobiografía fue censurada en la Unión Soviética hasta 1990.

Después de leer sus memorias, decir que dedicó su vida a la propaganda me parece algo superficial, pero entiendo que cada uno tendrá su opinión al respecto.

Lo más inquietante es que muchas de sus reflexiones sobre aquella época convulsa y catastrófica, están hoy de máxima actualidad, ¿será posible que los europeos no hayamos aprendido nada de los errores de nuestro pasado? «El mal radica en que las personas consideran que sus costumbres o, como dicen ahora, su forma de vida, son las únicas justas y condenan, si no en voz alta, sí en su fuero interno, todo cuanto se aparta de ellas».

No me cabe ninguna duda de que volveré sobre los pasos de Iliá Ehrenburg, tengo la más absoluta certeza de que en un futuro volveré a sumergirme en sus fantásticas memorias, un resumen excepcional de la primera mitad del siglo XX, desde la Revolución Bolchevique hasta la Guerra Fría.


miércoles, 18 de mayo de 2016

Algo de poesía

   En un día tan bonito como este, nos merecemos algo de poesía…

   Yo prefería andar
   por el río…
   Siempre
   Y sentir las piedras
   en los pies
   como cristales
   de un proyecto de faquir

   Yo prefería andar
   por el río…
   Siempre
   Y sentir los barbos
   duros, inquietos,
   miradas pálidas
   de ojos tristes

   Yo prefería andar
   por el río…
   Siempre
   Y escuchar silbar
   a los juncos
   ordenados y salvajes

   Yo prefería andar
   por el río…
   Siempre
   Y dejarme acariciar
   por las sombras
   de los sauces y los chopos
   vigilantes en nómina

   Yo prefería andar
   por el río…
   Siempre
   Tropezar
   Caer
   Rodar
   Volver a ser agua eterna
   y correr…
   Correr hasta encontrar mi mar.

                            Tokyo, Barcelona, Albalate.                     
                            De mi buen amigo, Sergio.

martes, 10 de mayo de 2016

Robinson Crusoe

Una de las cosas que más eché de menos durante los primeros meses de vida de la Mona fue la lectura. Desde muy pequeña estoy acostumbrada a sumergirme a menudo en los libros para buscar algo de paz y durante aquellos primeros meses de maternidad primeriza fue algo completamente imposible. Por eso, desde el Día de reyes, en que Mr. Feynman me sorprendiera con una hermosa edición ilustrada de Robinson Crusoe no podía dejar de pensar en el momento de retomar mi relación con los libros.

No es que en los últimos meses no haya leído nada, poco a poco y a partir del tercer mes, la Mona me fue dejando algún huequito y así pude terminar la autobiografía de Slawomir Mrozek, (que tenía pendiente porque el parto me sorprendió con quince días de adelanto), o la biografía de María Estuardo, que fui leyendo poquito a poco, sacando unos minutitos de aquí y de allá y disfrutando así, una vez más, del más puro y apasionado Stefan Zweig.

Pero a lo que iba, cuando Robinson Crusoe llegó a mis manos lo coloqué en un lugar privilegiado de la estantería y cada vez que lo veía suspiraba soñando con el día en que pudiera disfrutar de algo de tiempo para perderme entre sus páginas, no quería comenzar su lectura hasta no tener la seguridad de que podría disponer del tiempo suficiente para darle cierta continuidad, además, Mr. Feynman había dado en el clavo con aquel libro, perderme en una isla desierta es algo que en ocasiones se me antoja un sueño por conquistar, no es que esté disgustada con la maternidad, soy muy feliz, pero resulta tan agotador que la posibilidad de poder escapar durante un rato a una isla desierta resulta una opción muy deseable.

Por fin, hace un par de semanas, ese día llegó, la Mona ya duerme toda la noche en su dormitorio, de ocho a ocho, ¡maravilla!, lo que me permite descansar por la noche y no tener que aprovechar cualquier momento libre para echar una cabezada, y ¡oh, milagro! también ha empezado a dormir dos largas siestas durante el día.

Así que para celebrar el Día del libro saqué a Robinson de la estantería y me embarqué rumbo a su isla desierta. La edición que eligió para mi Mr. Feynman (de Sexto Piso) es muy bonita e incluye unas hermosas ilustraciones en la parte final, aunque yo las habría preferido intercaladas a lo largo del libro supongo que habrá un porqué para está ubicación.

Estoy disfrutando enormemente de su lectura y aunque durante mi etapa escolar leí una versión reducida en inglés, afortunadamente no recordaba nada más que la llegada de Viernes, por lo que todas las aventuras de Mr. Crusoe me resultan tan excitantes como al mismísimo Robinson y me doy cuenta de que viendo que se acerca el final comienzo a reducir el ritmo de lectura, algo que hago inconscientemente siempre que disfruto de forma especial con un libro, tratando de prolongar algo más la diversión, pero me temo que esta misma noche me despediré de Robinson, Kioto me llama a voces desde la estantería.

martes, 1 de marzo de 2016

Día 17: En Meteora


En la llanura de Tesalia encontramos una zona de peñascos de piedra arenisca. Fueron esos peñascos los que una serie de monjes eremitas eligieron para establecer su retiro, construyendo hermosos monasterios en busca de la soledad espiritual.


Llegaron a ser 24 monasterios, de los que en la actualidad sólo quedan 13 y abiertos al público tan sólo 6.

- Monasterio de la Trasfiguración o Gran Meteoro: el más conocido.
- Monasterios de San Nicolás: Construido a principios del siglo XVI.
- Monasterio de Varlaam.
- Monasterio de Roussanou.
- Monasterio de la Santísima Trinidad: Difícil accesibilidad.
- Monasterio de San Esteban: El más accesible


En el día 17 de nuestro viaje realizamos una ruta por esta zona para visitar algunos de sus monasterios, que se concentran en un área de 17 kilómetros. La entrada a cada monasterio costaba entonces 2 ó 3 euros y los días y horarios de apertura variaban. En cuanto a la vestimenta, las mujeres no pueden acceder con pantalones cortos o minifalda y deben llevar los hombros cubiertos; los hombres no pueden acceder con pantalones cortos y camisetas de tirantes. Aunque en algunos monasterios son más flexibles con estas normas.

 


Nosotros solo visitamos tres de los monasterios, ya que estábamos de paso y teníamos que continuar nuestra ruta hacia el sur.

      
       

     

Las localidades más cercanas para buscar alojamiento son Kastraki y Kalambaca. Como íbamos de paso y no pernoctamos en la zona, no puedo recomendar ningún establecimiento. 

Aquella noche la pasamos en Loutra Ipatis, una pequeña población conocida por sus aguas termales, y situada a 90 kilometros al norte de Delfos, que era nuestra siguiente visita. Debía ser temporada baja, porque el pueblo estaba casi vacío. Nos alojamos en un hotel tipo residencia, el hotel Lux, lo recuerdo perfectamente porque el dueño resultó ser una persona muy hospitalaria y amable; aquel día España jugaba la semifinal de baloncesto de la olimpiada de 2012 y este señor contactó con el restaurante de un amigo para que nos dieran de cenar a las siete de la tarde y nos pusieran el partido.

  Cenamos de maravilla y disfrutamos de la victoria de España como si estuviéramos en nuestra propia casa. 

    Próxima parada: Visita a Delphos.