martes, 23 de diciembre de 2014

Día 9 - Samos: día de playa


En la isla de Samos se ubicaba el santuario consagrado a la diosa Hera, según  Heródoto era el más grande de la antigua Grecia con 150 columnas, es una lástima que sólo una de ellas haya llegado hasta nuestros días. Nosotros, como fieles admiradores de Heródoto, no podíamos dejar de pasar por allí.




El resto del día fue de descanso en la playa, toda la costa está repleta de hermosas playas, en su mayoría de piedras ya que sólo hay dos playas de arena (en Psili Amos, al sur este y en Chrissi Ammos, al sur oeste), pero nosotros elegimos la de Limonias, al sur oeste de la isla, una bonita y tranquila playa de guijarros y aguas cristalinas perfecta para descansar y coger fuerzas para la próxima etapa del viaje, ya que al día siguiente abandonaríamos Samos, la isla de los cipreses y los olivos, camino de Chios, una nueva isla para descubrir.

Playa de Limonias (Samos).

Playa de Limonias (Samos).

Playa de Limonias (Samos).

Al igual que en Creta nos habría encantado disponer de más tiempo para descubrir todos los hermosos rincones de la isla que no pudimos explorar, pero en el camino que teníamos por delante nos esperaban muchas aventuras y lugares fabulosos.

Isla de Samos


 Próxima parada: Chios: ruta por la zona central.

martes, 16 de diciembre de 2014

Día 8 - Samos: Visita a la antigua ciudad de Éfeso (Kusadasi - Turquía)


Tenía mucho interés en visitar las ruinas de la antigua ciudad de Éfeso, había estado allí hacía algunos años y me pareció un lugar fabuloso, así que pensé que ya que estábamos tan cerca, Mr. Feynman no se lo podía perder, le iba a encantar.

Intenté reservar la visita desde Madrid pero no lo conseguí, así que contacté con Elías, el propietario del hotel Paris donde nos alojaríamos en Samos para preguntarle si me podía ayudar y me comentó que no me preocupara en absoluto, una vez en Samos podría contratar la excursión en cualquier agencia local y así lo hicimos.

Nada más llegar a Samos el día 7 de nuestro viaje fuimos a una agencia (By Ship Travel) en Pythagorio y reservamos dos plazas para visitar la antigua ciudad de Éfeso. El precio de la excursión en el verano de 2012 era de 57€ por persona e incluía:

- Viaje en barco: Samos - Kusadasi – Samos.
- Autobús: Kusadasi - Éfeso - Kusadasi.
- Entrada a Éfeso.
- Visita guiada con guía local en inglés (no fue posible encontrar guía en español con tan poca antelación; una vez más me alegré de la insistencia de mis padres en aprender el dichoso inglés que en el colegio detestaba).

Puerto de Samos

Puerto de Samos

    El barco salió del puerto de la ciudad de Samos (actual capital de la isla) a las 08:30h de la mañana y el trayecto duró una hora y cuarto, al llegar a Kusadasi las autoridades portuarias te cobran un impuesto de 10 euros, te dan un resguardo y se quedan con tu pasaporte (algo que no nos entusiasmo, pero no quedaba más remedio si queríamos visitar Éfeso).

    Éfeso está a 20km de Kusadasi (una media hora).  Al llegar allí descubrí la gran diferencia entre viajar en temporada alta o no, en mi anterior visita (a finales de septiembre) éramos muy pocos los turistas que paseábamos por allí, sin embargo aquel día estaba repleto de gente.

Éfeso en agosto

 Éfeso a finales de septiembre

    La visita dura unas dos horas y media, si vas en verano te recomiendo llevar una botella de agua y la cabeza cubierta, el sol no da tregua y hay poca sombra donde resguardarse.

Fachada de la biblioteca de Celso

    Éfeso fue un importante centro cultural, comercial y religioso de la antigüedad greco - romana por el que pasaron multitud de personajes históricos como Marco Antonio y Cleopatra. Es un lugar fantástico y repleto de historia.


   En la agencia de viajes nos habían dicho que tendríamos tiempo libre en Kusadasi para comer, ya que estábamos allí no queríamos perder la oportunidad de comer un auténtico kebab turco (nada que ver con las porquerías que venden en España) y de postre un rico baklava, sin embargo el autobús paró en un local de carretera para comer (de estos de buffet libre horrible de los que cada vez se pueden encontrar más en España) con la excusa de que después visitaríamos una fábrica de cuero. Aquello nos disgustó muchísimo porque no es lo que nos habían vendido ¡Nosotros queríamos comer kebab y baklava! y no unos horribles macarrones fríos. Y no éramos los únicos disgustados con este cambio de planes, un señor noruego que viajaba con su hijo dijo que no se quedaba allí ni un minuto y pidió un taxi que accedió a compartir con nosotros, así que volvimos a Kusadasi para disfrutar de una auténtica comida turca. 

    Durante el trayecto de regreso a Kusadasi me llamó la atención que al pasar por una zona de montañosa, el niño noruego con el que compartíamos taxi, preguntara a su padre por las enormes franjas desiertas que atravesaban los montes de arriba abajo, claro, en Noruega no deben tener problemas de incendios y este chico jamás había visto un cortafuegos.

   En mi  opinión Kusadasi es un lugar horrible, un puerto comercial y turístico atestado de gente, pero incluso en los lugares más turísticos de Turquía aun se puede degustar un riquísimo kebab y eso era lo que buscábamos. En nuestro afán por huir de las masificaciones de turistas y relacionarnos al máximo con la gente local, Mr. Feynman insistió en sentarnos en una terraza donde no se veía un solo guiri, pero tampoco una sola mujer, él ni se enteró, pero yo sentí como todas las miradas se clavaban en mi y después en el que parecía ser el encargado del lugar, que con mucha amabilidad se acercó a nosotros para preguntarnos que queríamos, ¿pues que vamos a querer? ¡comer un kebab! a ser posible en un lugar sin turistas, pero al parecer no era posible y con la misma amabilidad nos acompañó a otro local que no era la meca del turismo pero tampoco el típico restaurante de lugareños (que es lo que a nosotros nos gusta), pero en fin, pudimos comer el ansiado kebab mientras nos reíamos de lo que acababa de suceder porque Mr. Feynman seguía sin entenderlo, ¡si estaba claro! en ese restaurante no aceptaban turistas y menos aun mujeres.
  
   Después del kebab paseamos por el gran bazar de la ciudad en busca del postre y entramos en una pastelería atraídos por la buena pinta de los baklava expuestos en el escaparate, qué decir del propietario del comercio, nosotros entramos a por un baklava y salimos con ¡medio kilo! Es una pena que no recuerde exactamente el lugar, porque estaban riquísimos, pero el sitio se llamaba Gaziantepli Ulaslioglu.


   El barco de regreso salió del puerto de Kusadasi a las 17:00h y llegamos a Samos a las 18:30h. La jornada había sido larga y estábamos agotados, así que nos dimos un baño en una playa de camino al hotel y dimos por finalizado el día.
Curioso cartel en "inglés". Nos reímos mucho.

     Próxima parada: Samos, día de playa.

martes, 9 de diciembre de 2014

Día 7 - Samos: La isla tranquila


De Creta a Samos viajamos en avión, no hay vuelos directos así que hicimos escala en Atenas, pero aun así sólo nos llevó tres horas y media ir de una isla a la otra. El aeropuerto está a tres kilómetros de Pythagorio, la segunda ciudad más importante de la isla, que debe su nombre al matemático Pitágoras.

Elegimos la isla de Samos para pasar unos días por su proximidad y conexión vía ferry con la costa oeste de Turquía (queríamos visitar la antigua ciudad de Éfeso), porque por allí pasó Heródoto (padre de la «Historia») y por ser lugar de nacimiento de Pitágoras, además de por sus hermosas playas y su ambiente tranquilo; aunque es una isla vacacional tomada por nórdicos y alemanes resulta bastante tranquila, nada que ver con la agitación de muchas de las otras islas griegas (Mikonos, Santorini, Ios…) y puesto que preferimos huir de las hordas de turistas, Samos parecía un buen lugar para descansar unos días después de los intensas jornadas que pasamos en Creta.


Recuerdo la isla de Samos como la isla de los olivos y los cipreses, de valles fértiles y numerosas colinas.


Después de recoger nuestro coche de alquiler y dejar el equipaje en el hotel fuimos a comer a Pythagorio, es un pueblecito pintoresco y turístico con un pequeño puerto donde comimos unos salmonetes a la brasa riquísimos. Pythagorio (fundada en el siglo VI a.C.) fue la primera capital de la isla y conserva de aquellos tiempos los restos de unos baños romanos y el túnel de Eupalinus (un acueducto de casi un kilómetro que abastecía de agua a la ciudad). Fue en una de las agencias locales de Pythagorio donde reservamos dos plazas para visitar al día siguiente las fantásticas ruinas de la antigua ciudad de Éfeso en la costa occidental de Turquía.

Pasamos la tarde y vimos anochecer en una playa de arena fina cerca de  Pilli Amos. Muchas de las playas de Samos (y de toda la costa de Grecia), aunque  tranquilas y de aguas cristalinas magnificas, son de piedras por lo que unas zapatillas de playa se agradecen a la hora de entrar y salir del agua.   



miércoles, 3 de diciembre de 2014

El reto de los 30 libros

   Durante el mes de noviembre, Mónica Basterrechea invitó desde su blog mobas.es a participar en el quinto reto de los 30 libros, una forma de intercambiar recomendaciones literarias partiendo de una propuesta diaria que ella plantaba en su blog cada mañana.

   Aquí dejo mi selección y si pinchas sobre el título diario podrás ver las sugerencias que hicieron los demás participantes en los comentarios de cada entrada.

De viaje en este momento con una recomendación de @unlibroaldiaLa insoportable levedad del ser, de Milan Kundera.


   Para el día 2: Polo Sur, de Roald Amundsen. ¡Toda una aventura, la conquista del Polo Sur!



   Zapatos italianos, de Henning Mankell fue el primer libro que me regaló una buena amiga después de una fuerte discusión. Siempre habíamos intercambiado libros, así que este significó para mi algo así como la pipa de la paz.

   Yo soy muy de segundas oportunidades, pero he encontrado a una escritora con la que seguro no vuelvo a caer. Me regalaron La Canción de Dorotea, de Rosa Regàs, vaya tomadura de pelo, estira el libro durante 100 páginas más para llegar a un final espantoso, me revienta que me hagan perder el tiempo. Así que ni uno más.


   Una edición espantosa de Jane Eyrede Charlotte Brönte para Kindle. Traducir «embarrassed» como «embarazada» ya me pareció el colmo, no pude seguir. La edición en libro electrónico está fenomenal para salir a la calle, así que mi edición tipo ladrillo de Jane Ayre tuve que dejarla para las tardes de lectura en el sofá de casa.


   Me habría encantado viajar con J.Steinbeck y R. Capa en Diario de Rusia.


   El más cortito de este año ha sido El robo del elefante blanco, de Mark Twain. Me gustó mucho. La faceta disparatada de Mark Twain me gusta mucho.


   Los Buddenbrook, de Thomas Mann, fue además el primero del año.


   Este año he descubierto a Thomas Mann, pero como ya lo utilicé ayer, para hoy me quedo con Patrick Dennis y su Tía Mame que es todo un personaje.


   Un breve relato de Dylan Thomas, La Navidad para un niño en Gales, algunas de sus escenas me trasladan directamente a la Navidad de mi infancia.


   Elegir un sólo libro para esta categoría me parece casi misión imposible, le tengo enorme cariño a Mobi Dick «Llamadme Ismael…», La vida es sueño «Ay, mísero de mi…» Palabras para Julia «Tú no puedes volver atrás…», la primera página de Don Quijote de La Mancha que memoricé porque durante algún tiempo decoró la caja de cereales de mi desayuno; por supuesto en esta categoría también La canción del pirata, de la que mi profesora de cuarto EGB no nos liberó hasta que conseguimos recitarla «como Dios manda» . Pero creo que me quedaré con Las desventuras del joven Werther, de Goethe, que fue libro de cabecera durante mi adolescencia, y cuyos fragmentos memorizaba como si su desdicha fuera en parte la mía, en fin, la adolescencia, esa etapa tan, tan…

   Mi personaje de ficción favorito es sin ninguna duda Ignatius J. Reilly, es realmente desagradable y da mucha grima, pero me parece fantástico y desde luego se ha ganado el derecho a existir, así que, ¡hágase la vida para Ignatius J. Reilly! personaje protagonista de La conjura de los necios.


   Para hoy, yo os propongo​ El largo viaje, de Jorge Semprún, aunque es una novela, está basada en su experiencia personal.


   Un libro que no entendí fue La subasta del lote 49, de Thomas Pynchon. Bueno, lo cierto es que ni siquiera lo terminé, como no entendía nada y me estaba haciendo un lío tremendo lo dejé a la mitad. Tendré que darle una segunda oportunidad, como a Pedro Páramo, que lo leí en el colegio y tampoco me quedo claro del todo y hace tiempo que pienso que lo tengo que coger de nuevo.

   El primer libro de adultos que leí siendo niña fue Viento del este, viento del oeste, de Pearl S. Buck, me lo regaló mi madre y me gustó muchísimo.


   Pues yo tengo cuatro en la pila:
   – Baltasar, de Slawomir Mrozek.
   – Rayuela, de Cortázar.
   – María Estuardo, de Stefan Zweig.
   – El cielo de Lima, de Juan Gómez Bárcena (que recomendaste hace unos días).
   Y tendré que elegir en breve, pero aun no me he decidido. (Al final me decidí por El cielo de Lima, un libro muy bonito).


   El siguiente libro que compraré es Los Baroja, de Julio Caro Baroja. Me gustan mucho los libros de memorias, biografías, historia.

   Soy bastante firme en mis convicciones, pero podría decir que El forastero misterioso, de Mark Twain me ayudó a relajar un poco mi desmesurada tendencia a enjuiciarlo todo, no es que cambiara del todo mi idea sobre los juicios de valor, pero me sirvió para moderarla.


Día 19. Uno rojo.
   Para mi un libro rojo es Moby Dick, rojo porque la edición que tengo tiene las tapas rojas, rojo de la sangre derramada en las cacerías de ballenas, rojo de la locura obsesiva del Capitán Ahab, rojo de la tensión antes de enfrentarse al leviatán.

Día 20. Uno naranja.
   ¡A mi me gusta mucho el naranja! Naranja es mi libro de portugués, porque me gusta mucho el idioma y me encanta el “cor de laranja”.


   El libro que yo heredé es El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, una edición en dos tomos que también tiene su pequeña historia. Yo no había leído el libro y un día que ponían la película en la televisión, empecé a verla, pero la tele se estropeó o hubo un apagón o me mandaron a la cama, no recuerdo bien, pero tuve que dejarla casi al principio con el consiguiente cabreo de pre – adolescente. Aquel día mis abuelos estaban de visita en casa (vivían en Sevilla y yo en Madrid). Poco después falleció mi abuelo y mi abuela con mucha emoción puso entre mis manos un libro que había pertenecido a mi abuelo, El Conde de Montecristo, ¡qué ilusión! Empecé a leerlo y cuando llegué al final me di cuenta de que el libro estaba incompleto, había un segundo tomo por el que pregunté a mi abuela, pero ella no sabía nada de aquel segundo tomo. Años después cuando falleció mi abuela y mi madre viajo a Sevilla para desmontar la casa, volvió con un libro para mí, el segundo tomo de El Conde de Montecristo. Así que, en parte, se puede decir que heredé el primer tomo de mi abuelo y el segundo de mi abuela.


   A mi me pasa con Paul Auster, leí La noche del oráculo y algún tiempo después empecé a leer otro de sus libros (ahora no recuerdo el título), pero me dio la sensación de que se parecía demasiado al primero, así que lo dejé y no he vuelto a leer Paul Auster.


   Una novela con una banda sonora fantástica es Alta Fidelidad, de Nick Hornby, que fue llevada al cine y protagonizada por John Cusack.


   En esta categoría sí que me has pillado porque todos los libros que hay en mi casa son míos, devuelvo todo los que me dejan porque me pone de un mal humor terrible que no me los devuelvan a mi, por eso hace tiempo que no dejo libros, soy un poco radical, lo sé.

Día 25. Uno verde.
   Un libro verde no sólo porque la portada de mi edición es verde, sino porque está lleno de esperanza es El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl.


Día 26. Uno amarillo.
Si pienso en un libro amarillo, pienso en La carretera, de Cormac McCarthy, no se porqué, pero así es.


   Hoy no puede ser otro que 24 horas en la vida de una mujer, de mi querido y admirado Stefan Zweig. Me habría encantado conocerle, pero el 22 de febrero de 1942 se quitaba la vida y más de treinta años después, un 22 de febrero, nacía yo. No es mi libro preferido del autor, pero el título y el día encajan a la perfección.


   La verdad es que yo leo pocos escritores actuales, así que he tenido que darle varias vueltas a la categoría, pero ya lo tengo: el escritor que me gustaría conocer es Bill Watterson, creador de las tiras cómicas de Calvin y Hobbes, de las que soy muy fan y tengo todos los libros.


   Para hoy un pequeño librito de poesía: Tokyo, Barcelona, Albalate, de Sergio Grao. Conozco al autor porque es un buen amigo mío.


Día 30. Uno azul.
   Mi libro azul es El peor viaje del Mundo, de Apsley Cherry – Garrard. Azul intenso del océano Antártico, de las sombras en el hielo, del cielo y el frío polar. Es un libro fascinante, todo el mundo conoce la aventura final del Capitán Scott y sus cuatro compañeros, pero pocos saben que en aquella expedición, participaron muchos otros hombres que vivieron tres años de calamidades y estuvieron también al borde de la muerte, Apsley Cherry – Garrard fue uno de ellos «la exploración polar es la forma más cruel y solitaria de pasarlo mal». 
  Soy una entusiasta de la conquista del Polo Sur y este libro es una mezcla de libro científico, histórico, de aventuras, drama y suspense. De las tres expediciones a la Antártida que he leído: la victoria de Amundsen, el milagro de Shackleton, y la catástrofe de Scott, esta última es la historia más azul.



   Anímate a pasar por el blog de mi tocaya Mónica (mobas.es) y encontrarás muchas otras recomendaciones.