La primera vez que oí hablar de Romain
Rolland fue de la mano de Stefan Zweig en uno de los ensayos que forman parte
del fantástico Legado de Europa, poco después Mr. Feynman apareció por casa con Colás Breugnon, «un libro alegre y
travieso» en palabras del propio Zweig y recientemente cayó en mis manos Más allá de la contienda en una edición
prologada por el mismo Stefan Zweig. No tuve ninguna duda desde el primer instante
en que sostuve el libro entre mis manos de que se trataba de un auténtico tesoro.
En una época en la que el nacionalismo pueril
de los pueblos envenenaba la sangre de sus ciudadanos, Romand Rolland defendió
la cordura y declaró la guerra al odio, «pueden odiarme pero no conseguirán que
odie». Fue considerado por muchos un traidor, por otros un cobarde y atacado
ferozmente por muchos de los «grandes intelectuales» de la época que con sus
plumas arengaban a los pueblos en la contienda, lejos de la sangre de las
trincheras y desde el calor y la comodidad de sus hogares.
Amanece un nuevo año en Europa y lo hace de
una forma intensa, los asesinatos terroristas cometidos en Francia hace unas
semanas y la reciente victoria de Syriza en las elecciones al parlamento griego
producen inquietud en una gran parte de la población, conscientes de ello y en
palabras de R. Rolland «las élites de todos los países proclaman convencidas
que la causa de su pueblo es la causa de Dios, de la libertad y del progreso
humano» y de esta forma ponen la maquinaría de propaganda a trabajar con ahínco,
pues «no hay gobierno por despótico que sea y por seguro que esté de su
victoria, que no tiemble hoy ante la opinión publica y trate de seducirla». Las
plumas toman posiciones y desde las distintas trincheras comienzan a apuntar en
muchas ocasiones con gran hostilidad.
Pero, hasta que punto se espera de aquellos
que se hacen llamar «intelectuales» que sepan medir la agresividad de sus
palabras, ¿dónde está el límite entre «llamar a las cosas por su nombre» para
zarandear un poco al lector, para despertar conciencias; y arengar al gentío con
cierto tono implacable y feroz que le impulse al odio?
Lo que admiro de Romain Rolland es que a lo
largo de todas las páginas de su manifiesto pacifista defiende con firmeza sus argumentos
en contra del odio, los señores de la guerra y sus marionetas, pero sus palabras
no resultan agresivas, hace entender la sin razón de la guerra y el
enfrentamiento, sin dejar sensación de agitación ni sentimiento de revancha.
Yo, que soy de fácil tendencia a exponer mis
argumentos con cierta agresividad intento cada vez más suavizar el tono de mi
discurso, pues como dijo Romain Rolland «A aquel que escupe odio, el odio le
salpica y le quema la cara».
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