jueves, 26 de enero de 2017

El último imperio. Los días finales de la Unión Soviética

Es tradición desde mi más tierna infancia encontrar cada 6 de enero algún libro junto a mis zapatos; El último imperio. Los días finales de la Unión Soviética, de Serhii Plokhy los escoltaba este año.

Por algún motivo que desconozco, siento curiosidad por el gran imperio ruso, sus gentes, sus costumbres, sus artistas, ¿sería Tchaikovsky, Chagall, Chejov? ¿Quién de ellos fomentó mi enorme curiosidad por la historia y cultura de un imperio extenso y lejano? Ya sé, tal vez fue un doctor de nombre Zhivago. Ahora con la globalización, todo parece quedar aquí al lado, pero durante mi infancia, Rusia era el exótico lugar de nacimiento del fabuloso Tchaikovsky, que desde niña me hipnotiza con sus melodías.

Hace un par de inviernos disfruté con gran intensidad de las memorias de Iliá Ehrenburg, que abarcan la primera mitad del s.xx, el final del Imperio de los zares, la Revolución Bolchevique, las dos guerras mundiales, el inicio y parte del desarrollo de la Guerra Fría, para mi gusto, un libro excepcional que reúne muchos de los grandes temas que estudié en los libros de texto de  historia, arte y literatura durante mi etapa escolar.  

El último imperio, como indica su título, describe los días finales de la Unión Soviética y a diferencia de las memorias de Iliá Ehrenburg, gran parte de las escenas de este libro encuentran su imagen correspondiente en mi memoria, imágenes difusas que por algún extraño motivo recuerdo en blanco y negro (mi caprichosa memoria ha desechado los colores de esos recuerdos). Yo sólo tenía 12 años, ninguna curiosidad por la política y escaso interés por la historia del mundo contemporáneo, me interesaban Tchaikovsky, los libros, las muñecas, y el fútbol (sí, era una rareza de la época). Recuerdo a un hombre sobre un tanque dirigiéndose a una multitud en una plaza, algunas entrevistas a otro hombre de escaso pelo y extraña cicatriz en la cabeza, al presidente de los Estados Unidos hablando de arsenales nucleares y Guerra Fría, sin tener yo, muy claro, qué significaba y habiendo descubierto poco tiempo antes, que un muro había separado a los alemanes durante muchos años, un muro, uno más, uno de tantos.

Algo de todo esto había estudiado por encima deprisa y corriendo en el colegio, había que terminar los temarios aunque fuera simplemente nombrándolos, una o dos páginas dedicadas a la Perestroika y la desintegración de la Unión Soviética, por lo que tenía una nube de datos confusos en mi cabeza.

Serghii Plokhy ha aportado claridad a esa nube de datos y recuerdos. El último imperio. Los días finales de la Unión Soviética es un interesante libro donde los datos son suministrados cuidadosamente y sin exceso, sencillo y claro, no aporta infinidad de cifras, fechas o nombres, se centra en los principales protagonistas de los hechos, M. Gorbachov, B. Yeltsin, G.H.W. Bush y L. Kravchuk, aunque desfilan por sus páginas los nombres de otros personajes que de alguna forma también participaron en el desarrollo de los acontecimientos. Las fuentes son numerosas y de primer orden e incluye testimonios de sus protagonistas, todo ello para explicar de forma cronológica como estos hombres consiguieron llevar a cabo la desintegración del último gran imperio de forma pacífica y en apenas unos meses. Un proceso que debía desarrollarse con la mayor delicadeza dado el alto riesgo que suponía la existencia del arsenal nuclear soviético en caso de producirse una conflicto armado en la Unión. Para mi resulta sorprendente descubrir la capacidad que demostraron los protagonistas de este capítulo de la historia, para conseguir que la URSS no siguiera los pasos de Yugoslavia. Me queda la duda de por qué esta vez fue posible y en tantas otras ocasiones no.

Pero aun me surge otra duda: hasta qué punto es objetiva esta narración. Donde terminan los hechos y empieza la interpretación he de confiar en el narrador y sus críticos, puesto que yo lo desconozco todo sobre este tema.

Sin embargo hay un párrafo que me desconcierta enormemente: «Afganistán se convirtió en tierra de nadie, un país dominado por caudillos militares: fueron los talibanes quienes acabaron salvándolo del caos y la violencia diaria. La paz impuesta por los fanáticos religiosos llevó, sin embargo, la destrucción a otros países, pues Osama bin Laden halló cobijo en el antiguo cementerio del ejército soviético». En mi opinión, esta afirmación es una auténtica barbaridad, tal vez los talibanes dieron a Afganistán cierta estabilidad política y militar, pero decir que salvaron al país del caos y la violencia diaria, imponiendo la paz, es absolutamente descabellado, cualquiera que lea esto y no escuchará los telediarios de la época, no será capaz de imaginar la barbarie que supuso para la población civil, (en especial para mujeres y niños) la llegada de los talibanes al poder en Afganistán. El primer país objeto de destrucción como consecuencia de la llegada de los talibanes fue el propio Afganistán, Occidente sólo pagaría las consecuencias de mirar hacia otro lado durante años.

Y es este párrafo el que me permite mantener un velo de sospecha sobre la narración de la historia. Pero aquí, que cada uno saque sus propias conclusiones, por lo que te invito a leer el libro y disfrutarlo tanto como lo he disfrutado yo.


El último imperio. Los días finales de la Unión Soviética. Serhii Plokhy. Turner, colección Noema, 2015. 520 páginas. 34,90 euros. Premio Lionel Gelber 2015

miércoles, 18 de enero de 2017

Día 19: En el Peloponeso (visita a Olimpia)


En nuestro primer día en la península del Peloponeso nos llamó la atención la cantidad de puestos de calabazas que se extendían por los arcenes de la carretera, además de la costumbre de circular por el arcén para facilitar los adelantamientos a los coches que circulan a mayor velocidad, como ya habíamos visto también en Creta. 




Nuestra idea era bordear la península, aunque para ello no disponíamos de mucho tiempo, tan solo 4 días, por lo que seguro que nos perdimos lugares interesantes y hermosos, por ejemplo no pudimos pasar por la península de Mesenia.

La primera parada fue el yacimiento arqueológico de Olympia, permanecimos allí unas 3 horas recorriendo lo que en la antigüedad fueron recintos deportivos (la palestra o el estadio), alojamientos para los invitados más distinguidos y lugares de culto (templos consagrados a Zeus y Hera). 


Como en casi todos los yacimientos arqueológicos de Grecia, el recinto incluye un museo donde se exponen parte de los objetos encontrados durante las excavaciones, aunque los más destacables se encuentran en el museo arqueológico de Atenas.

Seguimos nuestro camino recorriendo la costa oeste de la península, es una zona bastante turística con numerosas playas muy concurridas y sus típicos restaurantes y chiringuitos. Hicimos una parada breve para comer (nada memorable) y continuamos hacia el sur.

La vega en el Peloponeso

Pasamos la noche en Kalamata, para mi gusto un lugar horrible, pero si lo que quieres es playa y diversión te gustará, este es un animado pueblo de playa con numerosos restaurantes, bares y discotecas que abren hasta bien tarde, sin embargo yo estaba deseando que pasara la noche y salir hacia la península de Mani. 

       Próxima parada: En Lakonia, península de Mani.

jueves, 12 de enero de 2017

Susana Tamaro: Donde el corazón te lleve

Hace unas semanas, en esta entrada titulada Adopta una autora, te contaba que me he animado a participar en una iniciativa que pretende dar mayor visibilidad a las autoras mediante la publicación de artículos sobre la vida y obra de muchas de ellas. Como te decía, he escogido a Susana Tamaro, porque Donde el corazón te lleve permanece en mi recuerdo como un libro hermoso y de fácil lectura que suelo recomendar cuando alguien busca algo breve pero permanente. Así que aquí te dejo mi primera entrada para el proyecto Adopta una autora.

Durante mis estudios de C.O.U Donde el corazón te lleve era el libro que estaba en boca de todos, pero en aquel momento yo no tenía tiempo para el programa de lecturas de Lengua Española, bastante tenía con preparar el de Literatura y todos las demás asignaturas que me abrirían las puertas de un incierto futuro universitario.

Fue mucho tiempo después cuando este hermoso libro regresó a mi vida en forma de regalo de cumpleaños de manos de una buena amiga italiana y entonces sí pude sumergirme en su lectura para descubrir por qué Donde el corazón te lleve estaba en boca de todos.

A sus ochenta y dos años, viendo llegar el final de sus días, Olga decide poner en orden los recuerdos de su vida, lo hará mediante cartas escritas a su nieta, cartas que sin embargo no serán enviadas si no que esperarán pacientemente el regreso de su destinataria.

Donde El corazón te lleve es una despedida, la historia de una familia, un remedio contra la soledad, la oportunidad de redimir las culpas acumuladas durante toda una vida y de curar heridas, de decir las cosas que no se dijeron y quedaron vagando en un limbo de reproches.

Me gusta porque es un libro sencillo, hermoso, dulce, porque aunque sigue un hilo, en ocasiones los recuerdos van surgiendo como si se atropellaran, saltando de uno a otro. Mi primera sensación al comenzar su lectura fue de sosiego, de serenidad, al terminar la última página conservaba esa misma sensación a pesar de que la vida de Olga, como casi todas las vidas, es una vida de subidas y bajadas, alegrías y tristezas, llantos y risas.  

Un libro con muchas lecturas, un libro distinto para cada edad, del que aprender que nuestra perspectiva sobre los acontecimientos de la vida seguramente cambiará con el paso de los años. Hace tiempo lo puse en manos de mi abuela y mientras lo leía recuerdo verla asentir como si la vida de Olga tuviera algo que ver con su propia vida.

 «El error en el que siempre incurrimos es el de creer que la vida es inmutable, que una vez metidos en unos raíles hemos de recorrerlos hasta el final. En cambio, el destino tiene mucha más fantasía que nosotros. Justamente cuando crees encontrarte en una situación que no tiene escapatoria, cuando llegas al ápice de la desesperación, con la velocidad de una ráfaga de viento cambia todo, queda patas arriba, y de un momento a otro te encuentras viviendo una nueva vida.» 

 

miércoles, 4 de enero de 2017

Segundas oportunidades: Las uvas de la ira

Uno de los motivos por los que abandoné esta novela hace 20 años es su enorme afán descriptivo, tras sólo 13 páginas estaba tan harta del polvo que desistí sin ningún remordimiento y condené al olvido a J. Steinbeck con la etiqueta de auténtico pelmazo.

Afortunadamente mi senda de lectora fue dirigiendo mis pasos de forma sutil hasta dar de nuevo con esta novela, me ofreció otros libros que me permitieron acercarme a J. Steinbeck desde otra perspectiva, Diario de Rusia y Viajes con Charlie (y la insistencia de Mr. Feynman) me animaron a intentarlo con De ratones y hombres y tras superar la prueba de la novela corta decidí dar una nueva oportunidad a la gran novela, al fin y al cabo había tenido muy poca paciencia aquella primera vez, puede que hubiera desistido demasiado rápido.

He de reconocer que en cuanto apareció de nuevo el polvo surgió el miedo a un nuevo rechazo, pero no permití que me intimidara y una vez superada la prueba he de confesar que ese afán descriptivo que me hizo huir en aquella primera ocasión es el mismo que  me ha fascinado tantos años después, me resulta asombroso pero si cierro los ojos soy capaz de imaginar con toda clase de detalles cualquier escenario de la novela y no solo los escenarios si no también los sentimientos e inquietudes de cada personaje, es fascinante la capacidad de J. Steinbeck para retratar las consecuencias de la gran crisis de los años 30 en el oeste de los Estados Unidos, como la ambición y el egoísmo de unos pocos, respaldados por el progreso y el poder, destrozó las vidas y esperanzas de una multitud hasta llevarles a límites inhumanos; miles de personas desplazándose en busca de una vida digna, trabajando en condiciones de casi esclavitud, que al tratar de organizarse para lograr salir adelante, son duramente acosados por esos poderosos sin escrúpulos y sus perros de presa. Qué triste que en la actualidad, mucho de todo esto me resulte familiar.