En la isla de Samos se ubicaba el santuario
consagrado a la diosa Hera, según
Heródoto era el más grande de la antigua Grecia con 150 columnas, es una
lástima que sólo una de ellas haya llegado hasta nuestros días. Nosotros, como
fieles admiradores de Heródoto, no podíamos dejar de pasar por allí.
El resto del día fue de descanso en la playa, toda la costa está repleta de hermosas playas, en su mayoría de piedras ya que sólo hay dos playas de arena (en Psili Amos, al sur este y en Chrissi Ammos, al sur oeste), pero nosotros elegimos la de Limonias, al sur oeste de la isla, una bonita y tranquila playa de guijarros
y aguas cristalinas perfecta para descansar y coger fuerzas para la próxima
etapa del viaje, ya que al día siguiente abandonaríamos Samos, la isla de los
cipreses y los olivos, camino de Chios, una nueva isla para descubrir.
Playa de Limonias (Samos).
Playa de Limonias (Samos).
Playa de Limonias (Samos).
Al igual que en Creta nos habría encantado
disponer de más tiempo para descubrir todos los hermosos rincones de la isla
que no pudimos explorar, pero en el camino que teníamos por delante nos
esperaban muchas aventuras y lugares fabulosos.
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