jueves, 16 de febrero de 2017

Reportajes antifascistas

«La historia no tiene prisa». – I. Ehrenburg
        
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial en el otoño de 1939, con la invasión del Corredor de Danzig (o Corredor Polaco) por parte del poderoso Tercer Reich, el nacionalsocialismo llevaba ya seis años gobernando Alemania. Durante ese tiempo (e  incluso desde algunos años antes) se encargó de ir perfeccionando su maquinaría de odio y represión, tejiendo poco a poco, una tela de araña que le permitiría someter a toda Europa al mayor grado de terror y destrucción que ha conocido su historia.

El ideario que alimentaba esta maquinaria no era nuevo. Racismo, xenofobia, antisemitismo, nacionalismo… ya habían enarbolado banderas en otras ocasiones, pero fue su gran capacidad logística la que permitió que las cifras se multiplicaran, esta vez, de una forma abrumadora.

Dentro de esta logística desarrollaron un papel fundamental los campos de concentración. Auschwitz, Mauthausen, Dachau, se hicieron tristemente famosos por el grado de desarrollo que el terror alcanzó en sus entrañas, pero la historia de estos recintos no comienza con el desalojo de los guetos si no mucho antes, nada más llegar el partido Nazi al poder. Uno de los primeros fue el ubicado en una fábrica de cerveza de la ciudad de Oranienburg, donde fueron internados muchos de los opositores y enemigos del partido Nazi, entre ellos el periodista y escritor holandés Nico Rost, que pasó allí varias semanas en el año 1933 y que tras su liberación, describiría en su libro Un campo de concentración en el Tercer Reich los métodos empleados por las S.S. y las S.A. para acabar con cualquier tipo de oposición y resistencia a sus planes. Nico Rost vivió en primera persona el nacimiento de este sistema de represión, que se iría perfeccionando con los años hasta alcanzar un grado de terror que el mismo Rost sufriría años después en Dachau.

Con el estallido de la guerra civil española las potencias occidentales, más preocupadas por el comunismo que por los regímenes fascistas, firmaran un Pacto de no intervención que Alemania e Italia no tendrán ningún interés en cumplir, el resto de democracias occidentales abandonarán al régimen democrático español escudándose en este Pacto y mirando hacia otro lado mientras Hittler y Musolini prueban sus poderosas armas de guerra contra la población española. Una vez más, la historia no tiene prisa y años más tarde occidente sufrirá los siniestros planes del nacismo.

La República Española fue abandonada por las democracias occidentales, pero un amplio número de escritores y periodistas viajó a España para dar fe de los terribles acontecimientos y enviar sus crónicas desde el frente. Fueron muchos los corresponsales de prensa, activistas antifascistas, que pusieron voz a la guerra civil española, entre ellos Nico Rost, que reunirá sus vivencias en un pequeño libro, Desde el frente libertario español.

Llegados a este punto he de comentar que si hay algo que me gusta de un libro es que conecte con otros libros, otros personajes u otros escritores, libros que llevan a otros libros, escritores que llevan a otros escritores. Encontrarme con Iliá Ehrenburg por las páginas de este libro fue una agradable sorpresa.

La Segunda Guerra Mundial ha terminado y es momento de que la vida vuelva a abrirse paso, pero la vieja Europa ya no volverá, son muchas las cosas que han cambiado, que han desaparecido, entre ellas los antiguos barrios judíos. Nico Rost narra con nostalgia los recuerdos de una infancia entre las callejuelas del barrio judío de Groninga en Los amigos de mi padre, describiendo las costumbres de las gentes de la Folkingestraat y la Nieuwstad. Tras la Segunda Guerra Mundial, más de tres mil de sus habitantes no volvieron a sus hogares.

En su narración, Nico Rost me recuerda a Stefan Zweig, Iliá Erhenburh, Patrick Leigh Fermor, Chaves Nogales, Joseph Roth, y algunos otros cronistas de aquella vieja Europa que tras dos guerras mundiales quedaría definitivamente enterrada. La historia se tomó su tiempo para destruirla.

Contraescritura ha reunido estos tres relatos de Nico Rost en un mismo volumen bajo el título de Reportajes antifascistasEs de agradecer que su editora, Marta Martínez, no se rindiera tras conocer la gran historia que había detrás de Nico Rost. 


Reportajes antifascistas. Nico Rost. Contraescritura, colección ConTextos, 2016. 
157 páginas. 20,00 euros. 



          

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