martes, 5 de mayo de 2015

Los amantes: una cuenta pendiente

   Los amantes llegaron a mi vida por mi 32 cumpleaños. Nunca he sido muy entusiasta de los libros de intriga, he leído alguno y lo cierto es que suelen ser entretenidos, pero no me entusiasman. En este caso no conocía ni al autor, ni el título y jamás había oído hablar del detective Charlie Parker, pero animada por el regalo de un buen amigo que acertaba cada año con sus propuestas me embarque en la lectura de Los amantes y he de decir que el libro me enganchó, a pesar del tema (que no me atrae especialmente), de algunas escenas y de la trama que iba desarrollando, pero esto me ocurre por querer saber cuanto menos mejor del argumento de los libros cuando empiezo a leerlos.

   Sí, me enganchó tanto que cuando quise darme cuenta de dónde andaba metida no había vuelta atrás, no podía dejarlo. Empujada por la intriga y de la mano del intrépido señor Parker llegué al penúltimo capítulo; y a falta de dos capítulos, cerré el libro, lo coloqué en la estantería y como medida preventiva lo ubique en un extremo escoltado por algunos otros libros que coloqué delante, no fuera a ser que por casualidad los amantes consiguieran escapar de sus páginas y plantarse en mi realidad.

   No es que yo sea una persona cobarde, pero mis miedos son de lo más desconcertantes, temo muy pocas cosas de la vida real, y en general me considero una persona valiente, pero son muchos y variados mis miedos en la ficción, cualquier malo de tres al cuarto podría colarse de noche en mi habitación.

   Y así estoy, a falta de 14 páginas y a la espera de un encuentro que se me antoja inevitable, alargando el momento desde hace años. Miro el libro de reojo y algo me empuja a saldar esta cuenta pendiente, pero temo abrir la caja de pandora y que los amantes compartan mi dormitorio durante las próximas largas noches, y sí, ahora mientras lo pienso me río mucho, me resulta una excentricidad de lo más divertida, pero en la oscuridad de la noche desaparece toda la diversión y puedo asegurar que tardaría muchas noches en devolverlos a sus páginas; así que vuelvo a colocar el libro de John Connolly en la estantería, por supuesto detrás de una segunda fila de libros y sigo retrasando el encuentro. 



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