viernes, 17 de abril de 2015

Cien años de soledad

   En el primer aniversario de la muerte de Gabriel García Márquez no se me ocurre mejor homenaje que comenzar a leer Cien años de soledad, porque sí, confieso mi vergüenza, yo, ávida lectora, a pesar de que el libro lleva en mi estantería un par de décadas, no he leído la historia de los Buendía.

   Cien años de soledad llegó a mis manos tal vez demasiado pronto y en circunstancias que no ayudaban a disfrutar de su lectura; leer un libro detrás de otro por obligación para superar un examen, teniendo muchos otros libros que leer para hacer también un papel digno en muchas otras pruebas. Porqué sabréis que entonces todo el futuro dependía de aquello, cuanto me río ahora del futuro. El sistema educativo me convirtió en una persona con una excelente capacidad para aprobar exámenes, pero consiguió que pasara de largo por uno de los grandes hitos de la literatura. Las distracciones de la adolescencia tampoco tuvieron piedad con tantos años soledad.

   Pensaréis que desde entonces ha pasado mucho tiempo y que he podido retomarlo en muchas otras ocasiones, y es cierto, pero al final siempre que pensaba en García Márquez acababan en mis manos otros de sus libros.

   «Puf, qué pereza, demasiados personajes», es la consigna que dejó gravada en mi cabeza aquel breve acercamiento de 61 páginas, momento en el que agobiada por la falta de tiempo para atender un libro como se merece y para superar todos los obstáculos que se interponían entre mi presente y mi futuro, decidí cambiar su lectura por la del resumen y análisis previo que, como buen libro de Catedra incluía en las páginas previas y cumplir así con mi objetivo: superar un examen más.

   Así que hoy, décadas después, vuelvo a sostenerlo entre mis manos con un nuevo y más digno objetivo: disfrutar de su lectura. 

   Lo dicho, me voy de viaje a Macondo, ya os contaré a la vuelta.








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