Mi abuela que ya tiene 88 años se
pregunta por qué Dios la mantiene con vida, no lo digo porque creo que es lo
que debe pensar después de tanto tiempo sobre la tierra, sino porque ella misma
me lo comenta cada vez que nos vemos.
Mi abuela, que sobrevivió a un cáncer de
útero en los 70, cuando rondaba los 40, fue una auténtica superviviente. Goza
de una salud de hierro, doblegada en ocasiones por los atracones que se pega en
los banquetes familiares, el cuerpo le dice «Leonor, por ahí no paso, que ya no
tenemos edad». Pero para la edad que tiene le funciona todo que da gusto, no le
han visto la cara, conozco mujeres de 50 que tienen más arrugas que ella. Hace
años que se despidió de mi abuelo y tras superar el letargo en el que le sumió
su luto, despertó como una niña, aprendió a nadar con 70 y se echó un noviete
que la acompañaba cada día de piscina, y después de este llegaron otros, de
los que también la vida (o mejor dicho la muerte) la separó, lo que yo digo,
que no hay quien acabe con ella.
Mi abuela, que a pesar de sus 88 años sigue
siendo muy presumida, con esa cara y esa piel, ¡no me extraña! y trae loca a mi
tía con tanta falda y tanto vestido de arriba para abajo. Verán, es que mi
abuela vive en una residencia y no puede tener allí toda la ropa que le
gustaría, así que tiene a mi tía llevando y trayendo ropa para que el armario
esté actualizado al gusto de mi abuela.
Sí, mi abuela vive en una residencia desde
hace cuatro años, «la mejor decisión que pude tomar» dice siempre que le preguntas
cómo es su vida allí, ahora que no pensaba lo mismo el día que mi padre le
comentó la idea por primera vez, no cuento lo que le dijo porque es feo, feo,
pero a ella le sonó a traición de la gorda, gordísima. Y sin embargo está encantada
desde el día dos. Normal, se lo hacen todo, está entretenida y la tratan como a
una marquesa. Igualito que cuando vivía sola en su casa los últimos años, que
yo llegaba a verla cualquier día a las dos de la tarde y a pesar de que siempre
fue bien presumida, me la encontraba en bata, sin peinar y preparándose para
almorzar tan solo una manzana y un yogurt; pero si en la residencia ¡tiene
hasta peluquería! Y su partida de bingo, esa no se la quita nadie, como el oído no le va mal del todo (a pesar de que a veces se haga la sorda), pues se ha
acostumbrado a ganar, así que está encantada. Lo que si que echa en falta es una
piscina, ¡cómo le gustaría que la residencia tuviera una piscina!
Lo de los tacones fue otra guerra, ¡lo que nos costó ganarla!, ella y sus
tacones eran una y no quería ni oír hablar de deshacerse de sus bonitos zapatos
de tacón, pero después de dos caídas, la segunda con boca mellada incluida,
conseguimos bajarla al zapato plano.
Pero lo del bolso eso si que ha sido imposible, se pasea por la
residencia con un bolso que pesará mil kilos, no sé lo que lleva dentro pero
mínimo un par de ladrillos y no hay forma de que lo deje en su habitación, lo
lleva a todas partes bien agarrado.
Cada cierto tiempo le da por alguna excentricidad, a ver, tiene 88 años
y muy cuerda está, pero de vez en cuando la cabecilla se la juega de alguna
forma divertida. La última, la de las manzanas, cada mañana en el desayuno le
ponen una manzana, a ella no le apetece y no se la come, pero suya es, así que
se la lleva y cuando ve a mi padre se la da (en casa de mis padres nunca faltan
manzanas), hasta hace unas semanas que dejaron de circular las manzanas y es
que ha encontrado una nueva ubicación para ellas y ahora las almacena en el
armario junto a sus faldas y vestidos, el problema es que no encuentra el
momento para deshacerse de ellas y claro, las manzanas siguen su proceso
natural…
Mi abuela, que nació durante la dictadura de Primo de Rivera, y vio marcharse
a Alfonso XIII y pasar la Segunda República, la Guerra Civil, la dictadura de
Franco, vio llegar la democracia y la monarquía de Juan Carlos I y que ha visto
a la democracia enfangarse y al sexto Felipe sentarse en el trono, está cansada
de tanta historia y se pregunta por qué Dios aun la tiene en este mundo, y yo,
entiendo que se aburre, que está cansada y que desea marcharse.
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