Durante meses,
una musiquilla machacona anunciaba en redes sociales el gran éxito de la
temporada, Una madre. Lectores
entusiasmados con la novela de Alejandro Palomas promocionaban con frenesí
desbordado las hazañas de una madre entrañable y su dramática familia. Empujada
por tanta exaltación dejé a un lado mis prejuicios sobre los autores de
actualidad (este tema me daría para otra entrada), cedí ante la avalancha de ardientes
recomendaciones y Una madre entró en
mi lista para la Feria del libro.
Me pasé toda
la novela esperando algo, ese algo que todos prometían, la gran novela, la
novela que llega al corazón, un madre maravillosa y peculiar, Amelia, esa madre
que me iba a fascinar, hasta la mujer que me vendió el libro en la Feria me
dijo que el personaje era fantástico y me iba a entusiasmar, ¿por qué, porque
tiene cómo llamarlo… «sus
cosas»? ¿y qué madre no
las tiene?, la mía desde luego que sí y mi abuela ni te cuento, pregunta a Mr.
Feynman y seguramente se partirá de risa pensando en mi colección de «cosas»,
porque yo también soy madre.
No digo que
sea una mal libro, lo que digo es que mis expectativas fueron cebadas
sobremanera por toda la promoción que del libro se hizo en redes sociales. En
mi opinión es un libro bonito pero discreto de los que hay cientos, «novela
grande» es otra cosa.
Qué ingenua, se trataba
simplemente de «un escritor de éxito en promoción».
Eso sí, siento curiosidad por saber cuál es exactamente la
«voz de maestrilla mesetaria».
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