Mi primer acercamiento a J. Steinbeck fue más bien desafortunado,
cansada de tanto polvo en el camino abandoné Las uvas de la ira poco después de empezar su lectura. Mr. Feynman
me recomendó que probara con De ratones y
hombres, pero el recuerdo del polvo seguía torturándome y provocándome una
pereza terrible, probablemente no había tanto, pero en palabras de J. Steinbeck
[…la memoria es en el mejor de los casos,
un depósito defectuoso y deformado.] y en mi memoria el deposito de polvo
era lo suficientemente pesado como para atreverme otra vez con él. Los
autores norteamericanos no son para mí, he pensado siempre, pero ese tema da
para otra entrada entera, así que lo dejaré para más adelante.
Sería la Unión Soviética y la compañía de Robert Capa quienes me
convencieran por fin de darle una segunda oportunidad, Diario de Rusia logró que dejará atrás el tortuoso polvo del camino
y que J. Steinbeck se convirtiera en una de las pocas excepciones a la regla de
los autores norteamericanos.
Hace unos días regresé de un bonito viaje por los Estados Unidos en
compañía de John, Charley y Rocinante, he de confesar que con el hecho de que
eligiera Rocinante como nombre para bautizar su autocaravana me ha conquistado
para siempre, Rocinante, ¡qué acierto!
La primera parte del viaje fue especial para mí porque recordé las dos fantásticas
semanas que Mr. Feynman y yo pasamos descubriendo Nueva Inglaterra hace algunos
años. Del mismo modo que el Sr. Steinbeck, procuramos evitar atravesar las
grandes ciudades aunque tuviéramos que recorrer muchos más kilómetros,
visitamos Vermont, Maine, Massachusetts, Connecticut, New Hampshire, The White
Montains, donde un oso nos dejó con la boca abierta cruzando por delante de
nosotros (afortunadamente ignorándonos por completo) mientras nos hacíamos una
fotografía junto a un puente.
Steinbeck disponía de dos meses y medio más que nosotros por lo que pudo
permitirse pasar por el Medio Oeste, ¿seguirá siendo Montana el lugar idílico
que él amaba?; California, que seguramente entonces ya era muy parecida a la
California de hoy; Tejas y sus botas de cowboy; y el sur, el trágico sur.
Pero el libro es interesante no sólo por la narración del viaje si no
por muchas de las reflexiones sobre la forma de vida de los estadounidenses, el
miedo, el racismo o las armas, entre otras muchas.
Probablemente los Estados Unidos que recorrió en 1960 J. Steinbeck no tengan mucho
que ver con los del siglo XXI o tal vez sí, pero tengo la sensación de que como
muchos otros lugares ha perdido parte de su bonito encanto y han evolucionado
poco sus peores costumbres.
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