Uno de los motivos por los que
abandoné esta novela hace 20 años es su enorme afán descriptivo, tras sólo 13 páginas
estaba tan harta del polvo que desistí sin ningún remordimiento y condené al olvido
a J. Steinbeck con la etiqueta de auténtico pelmazo.
Afortunadamente mi senda de
lectora fue dirigiendo mis pasos de forma sutil hasta dar de nuevo con esta
novela, me ofreció otros libros que me permitieron acercarme a J. Steinbeck desde
otra perspectiva, Diario de Rusia y Viajes con Charlie (y la insistencia de
Mr. Feynman) me animaron a intentarlo con De
ratones y hombres y tras superar la prueba de la novela corta decidí dar
una nueva oportunidad a la gran novela, al fin y al cabo había tenido muy poca
paciencia aquella primera vez, puede que hubiera desistido demasiado rápido.
He de reconocer que en cuanto apareció
de nuevo el polvo surgió el miedo a un nuevo rechazo, pero no permití que me
intimidara y una vez superada la prueba he de confesar que ese afán descriptivo
que me hizo huir en aquella primera ocasión es el mismo que me ha fascinado tantos años después, me resulta
asombroso pero si cierro los ojos soy capaz de imaginar con toda clase de detalles
cualquier escenario de la novela y no solo los escenarios si no también los
sentimientos e inquietudes de cada personaje, es fascinante la capacidad de
J. Steinbeck para retratar las consecuencias de la gran crisis de los años 30 en
el oeste de los Estados Unidos, como la ambición y el egoísmo de unos pocos,
respaldados por el progreso y el poder, destrozó las vidas y esperanzas de una
multitud hasta llevarles a límites inhumanos; miles de personas desplazándose en
busca de una vida digna, trabajando en condiciones de casi esclavitud, que al
tratar de organizarse para lograr salir adelante, son duramente acosados por esos
poderosos sin escrúpulos y sus perros de presa. Qué triste que en la actualidad, mucho de todo esto me resulte familiar.
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