Hace poco más de un año que terminé de leer la fantástica
autobiografía de Iliá Ehrenburg, por aquel entonces mi barriga ya tenía un
tamaño considerable que me impedía sentarme con comodidad delante del
ordenador. Han pasado más de 13 meses pero recuerdo perfectamente la sensación
que me dejó el libro, viajar por la Europa de la primera mitad del siglo XX de
la mano de Iliá Ehernburg fue una de las experiencias literarias más fabulosas
de mi vida. Dos mil páginas plagadas de gente, años, vida.
Siento una profunda admiración por alguien capaz de
describir de una forma tan apasionada los recuerdos de toda una vida, de una
época intensa en la que los acontecimientos históricos se sucedían sin
descanso, pidiendo paso a trompicones y sin dejar a penas tiempo para asimilar
el pasado.
Iliá
Ehrenburg, un personaje quizá controvertido, se relacionó con numerosos
artistas, intelectuales y escritores de la época (Bloch, Romain Rolland, Chagal
o Max Jacobs, son algunos de ellos) y mantuvo una buena amistad con muchos
otros (Picasso, Modigliani, Leger, Diego Rivera, Maiakovski, A Tolstoy...) Fue
un asiduo visitante del mítico café La Rotonde donde «conocí a personas que
desempeñaron un papel importante en mi vida». No fue un mero observador de cuánto
allí sucedía, si no uno más de los interesantísimos personajes que se daban
cita en La Rotonde. Ehrenburg dedica una buena parte de sus memorias a todos
ellos:
Picasso «Por supuesto es español, tanto por su físico como
por su carácter […] En su estudio de la rue Grands Augustin siempre encontraba
emigrados españoles. Picasso nunca niega nada a los españoles».
Modigliani «Los lienzos de Modigliani contarán muchas cosas
a las generaciones futuras. Pero yo los miro y veo ante mí al amigo de mi
lejana juventud. ¡Cómo amaba a los hombres, cómo se inquietaba por ellos!».
A. Tolstoi «Pienso en él con profundo agradecimiento [...]
No me dio lecciones, pero sí muchas alegrías con su arte, la finura de su alma,
disimulada a menudo bajo una máscara de alegría, sus ganas de vivir, su
fidelidad a los amigos, a la gente, al arte».
Diego Rivera «Rivera era esa clase de personas que no entran
en una habitación, sino que la llenan al instante. Nuestra época oprimió a
muchos, pero él no cedió, y fue su época la que tuvo que transigir».
Leger «Lo que le emparentaba con otros pintores que
frecuentaban La Rotonde era su odio a la hipocresía, a la pintura decorativa, a
la manía de tapar con cortinas las viejas paredes de las habitaciones mohosas.
[...] Leger, en su juventud, quería construir y no destruir. Vivió hasta los
setenta y cinco años, y en su biografía no hay cataclismos, sólo un cambio de
estaciones, y trabajo, un trabajo constante, inspirado».
Habla de ellos y de muchos otros con amor y con profunda
añoranza evoca los recuerdos de una época difícil pero a la vez hermosa e
idealista, « [...] queríamos que en el nuevo mundo hubiera lugar para algunas
cosas muy antiguas: el amor, la belleza y el arte».
Viajero incansable, visitó numerosos países, entre ellos
España, donde fue corresponsal de prensa durante la Guerra Civil y por la
que sentía un gran amor.
Fue un activo defensor de la paz y formó parte del Consejo
Mundial de la Paz junto con otros activistas como Louis Aragón, Pablo Neruda,
Joliot-Curie o Yves Farge, de quién dice: «En aquellos años más de una vez me
sentí abatido, desesperanzado y lleno de aprensión, pero Farge que me
contagiaba siempre su esperanza [...] Era un hombre demasiado bueno, demasiado
puro, demasiado optimista como para creer en el triunfo de la bajeza y la
maldad».
Fue seducido por el comunismo y colaboró con el régimen en
distintas facetas artísticas, culturales y de propaganda, aunque a lo largo del
libro manifiesta ser consciente de los atropellos, injusticias y barbaridades
que en nombre del comunismo se cometieron durante muchos años y su total
desacuerdo con estos crímenes. Él mismo sufrió el miedo y la incertidumbre de
no saber en que momento irían a por él. Iliá Ehrenburg, a pesar de ser reconocido
como propagandista del comunismo fue un hombre molesto para el régimen
soviético, de hecho, su autobiografía fue censurada en la Unión Soviética hasta
1990.
Después de leer sus memorias, decir que dedicó su vida a la
propaganda me parece algo superficial, pero entiendo que cada uno tendrá su
opinión al respecto.
Lo más inquietante es que muchas de sus reflexiones sobre
aquella época convulsa y catastrófica, están hoy de máxima actualidad, ¿será
posible que los europeos no hayamos aprendido nada de los errores de nuestro
pasado? «El mal radica en que las personas consideran que sus costumbres
o, como dicen ahora, su forma de
vida, son las únicas justas y condenan, si
no en voz alta, sí en su fuero interno, todo cuanto se aparta de ellas».
No me cabe ninguna duda de que volveré sobre los pasos de
Iliá Ehrenburg, tengo la más absoluta certeza de que en un futuro volveré a
sumergirme en sus fantásticas memorias, un resumen excepcional de la primera
mitad del siglo XX, desde la Revolución Bolchevique hasta la Guerra Fría.